233: ese es el número de manuscritos presentados a esta edición del Premio Anaya. Una cifra que impresiona comparada con los 27 originales de la XIV edición. De los más de doscientos libros, ha sido Ninfa tonta, de Alfredo Gómez Cerdá, la novela que ha conquistado al jurado.

El tema que trata es muy de actualidad: Marina, la protagonista, escribe un diario para superar una relación tóxica. Ninfa tonta habla del amor en la adolescencia, del maltrato psicológico y físico en la pareja y de la incapacidad para apartarse de aquello que nos hace daño.

El jurado estaba formado por Pedro Mañas (escritor y ganador de la convocatoria anterior), Lola Gallardo (librería Rayuela de Sevilla), Julio López (colegio Cervantes de Fuenlabrada), María José Solano (colaboradora en Zenda Libros) y Pablo Cruz (editor de Anaya Infantil y Juvenil y presidente del jurado). De la obra ganadora han destacado que es «una novela literariamente coherente y con mucha fuerza».

El Premio Anaya alterna una edición infantil con una juvenil. Quizá la avalancha de manuscritos de este año haya tenido que ver con la baja participación de la edición de 2016, aunque seguro que ha sido determinante que en esta ocasión se pudiesen enviar los libros por correo electrónico. En años anteriores se han hecho con el premio Rosa Huertas (La sonrisa de los peces de piedra), Ana Alonso (El sueño de Berlín) y Jordi Sierra i Fabra (Parco). Aunque Alfredo Gómez Cerdá apenas tenía obra publicada en Anaya, es de sobra conocido para todos los amantes de la LIJ. Ha ganado, entre otros, el Premio Gran Angular por Noche de alacranes y el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por Barro de Medellín. En El Templo le hemos entrevistado en dos ocasiones: puedes leer la entrevista más reciente aquí.