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El museo de las maravillas
Brian Selznick

Dirigida por Todd Haynes
Del papel a la pantalla El Templo#62 (febrero 2018)
Por Nuria Dam
2.151 lecturas
Ben lleva tres meses compartiendo habitación con el pesado de su primo Robby; era el único sitio que le quedaba después de la muerte de su madre. Casi cada noche sueña con lobos que lo persiguen en la oscuridad, y lo aterra la posibilidad de que sus tíos vendan el que fue su hogar. Una madrugada termina volviendo a casa a escondidas y encuentra algo que no esperaba: la dirección y el teléfono de una librería neoyorquina, firmados con las palabras cariñosas de un hombre. 
 
La madre de Ben nunca quería hablarle de su padre. ¿Y si se trata de aquel hombre? ¿Querría estar con su hijo si se enterara de lo ocurrido? ¿Querría estar con su hijo… si fuera a buscarlo a Nueva York y se presentara en su librería?
 
Por otra parte, Rose no deja de darle vueltas a una sola cosa: Lillian Mayhew. Guarda todas las fotos de la mujer que aparecen en las revistas; incluso ha reconstruido Nueva York, la ciudad del espectáculo y las oportunidades, utilizando recortes. Entre las paredes de su casa y bajo la supervisión de su estricto padre, la única manera que Rose tiene de escapar es imaginar a la famosísima actriz. 
 
En el momento en el que Rose descubre que Lillian actuará en una obra de teatro en la gran manzana no le quedan dudas: llegará hasta allí y la encontrará. Ni su sordera ni el hecho de que solo sea una niña se interpondrán en su camino.
 
Esta es la historia que cuenta Maravillas, novela de Brian Selznick en la que se basa El museo de las maravillas. Partiendo de ella, no parece que Ben y Rose tengan muchas cosas en común: el primero vive en 1977 y su historia está relatada con una prosa simple y conmovedora; la segunda, en 1927, y se cuenta por medio de impactantes dibujos realizados también por el autor. Sin embargo, conforme sus historias avanzan, palabras e imágenes convergen en un cúmulo de maravillas. 
 
Brian Selznick ya se había ganado los corazones del gran público con La invención de Hugo Cabret: tanto la novela como la adaptación cinematográfica de Scorsese cosecharon un enorme éxito. En esta ocasión y bajo la batuta de Todd Haynes (Carol, Lejos del cielo), Selznick ha dejado claro que también es capaz de afrontar guiones: el libreto de El museo de las maravillas lleva su firma. Se trata de una decisión muy acertada: como adaptación, la película es de sobresaliente. En ciertos momentos da la sensación de que las ilustraciones del libro hayan cobrado vida en la pantalla.
 
Ese es un punto importante: la historia de Rose, que en la novela es ilustrada, aparece en blanco y negro y sin palabras. Solo la acompaña una banda sonora diseñada al milímetro para encajar con cada detalle de cada escena. Nos ha parecido una forma muy acertada de mantener el contraste visual entre ambas historias, y el modo en que la música está orquestada es verdaderamente mágico.
 
Con Oakes Fegley en papel de Ben y Millicent Simmonds (una joven actriz sorda que debuta en esta película) en el de Rose, el filme deja las caras más conocidas para roles con menos protagonismo (Julianne Moore interpreta a Lillian Mayhew; Michelle Williams, a Elaine, la madre de Ben).
 
El ritmo es más intermitente que el de la novela, sobre todo en el primer tercio del filme, que salta sin demasiado orden entre ambas historias. Conforme avanza, sin embargo, ocurre igual que en el libro: las tramas cogen velocidad, Nueva York cobra vida y esa tormenta final, con las estrellas como telón de fondo, hará que te resulte difícil no emocionarte ante lo maravillosa que puede llegar a resultar la vida.