Todos los veranos se asemejaban. Los partidos de tenis donde ganar era lo menos importante, la regata como estúpido rito de paso masculino, las cenas en casa de la prima Hope y su novio Mal, los paseos por la playa. El mar, la casa desvencijada llena de gente, y las voces de sus tres hermanos pequeños: Mattie probándose vestidos, Tamsin obsesionada con ir a montar a caballo y el pequeño Alex buscando murciélagos en el jardín. Esos momentos en los que parecía que todo estaba bien y que nada cambiaría jamás.

Sí, cuando nuestra protagonista (de la que nunca sabremos el nombre) eche la vista atrás recordará todos los veranos por algún pequeño detalle, porque todos se parecen entre sí. Excepto el verano de los Godden. ¿Cómo podría olvidar el verano en que comenzó a descubrir lo que significaba ser adulta?

Kit Godden es el chico que querrías que te besara delante de todos sus amigos. En su hermano Hugo nunca repararías porque tiene la habilidad de volverse invisible. ¿Y qué hacen estos dos desconocidos irrumpiendo la paz veraniega? Hope y Mal se casan y la madrina de la joven es una aclamada actriz venida a menos que, a pesar de vivir en Estados Unidos, ha podido rehacer su agenda y ubicar su última película en algún país de Europa del Este. Pero hasta la ceremonia, sus dos hijos se quedarán con Hope y Mal.

Desde el momento en el que Kit baja del coche, Mattie cae rendida a sus pies. Y parece ser correspondida. Aunque Kit a veces mira a nuestra protagonista a los ojos. Y ella teme, en el fondo, que sepa lo que siente cuando lo hace, porque esos ojos parecen saberlo todo.

Meg Rosoff ya no tiene nada que demostrar: su carrera literaria habla por sí sola. Kit Godden no es sino la última materialización de su talento. En esta novela casi teatral (y donde el teatro tiene una gran importancia), la autora refleja con maestría los conflictos de identidad de los adolescentes así como la fascinación del primer amor.

Nos ha gustado especialmente la contraposición entre el mundo adulto y la adolescencia. En un pasaje, uno de los adultos dice no acordarse de cómo era ser joven. ¿Y cómo es para Meg Rosoff? Desbordante, apasionante, explosivo, cambiante como el tiempo. No en vano muchos adultos no quieren nunca dejar de serlo… a pesar de que las consecuencias pueden ser fatales.

Siempre entre la fina línea entre lo fascinante y lo inverosímil, los personajes de la novela protagonizan un verano singular, lleno de descubrimientos. Siruela, una vez más, apuesta por una novela muy literaria, de esas que uno está orgulloso de haber podido descubrir en la desbordada mesa de novedades.