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El hombre que fue Jueves
G. K. Chesterton

Penguin
#PostureoClásicos El Templo#94 (junio-julio 2023)
Por Gabriela Portillo
833 lecturas

«El mal es tan malo, que, junto a él, el bien parece un mero accidente; el bien es tan bueno, que, junto a él, hasta el mal resulta explicable».

Gabriel Syme se posiciona en el bando del bien: respeta el orden por encima de todo, hasta el punto de que trabaja como policía encubierto para Scotland Yard. Por eso, no puede evitar discutir con el poeta Lucian Gregory, cuyos ideales anarquistas le causan más risa que preocupación. Ante tal escepticismo, Gregory lo invita a asistir a una de sus reuniones clandestinas. Allí, el socarrón de Syme se envalentona y, como burla hacia el compromiso anárquico de su colega, pronuncia un apasionado discurso por el que acaba siendo nombrado miembro del exclusivo Consejo Central de Anarquistas.

Infiltrado como un revolucionario más, Syme asistirá a las reuniones del Consejo en Londres bajo el pseudónimo de Jueves. Cada miembro se nombra por uno de los días de la semana y el domingo, por descontado, se reserva para el jefe. Durante el encuentro su mirada acusadora no se separa de Jueves, quien teme que lo descubra como traidor. Y es que Domingo es imponente, sobrehumano, casi animal… y sabe que hay un policía entre los miembros del Consejo.

En cuestión de segundos se desata un pandemónium de intrigas, confusiones y revelaciones que hace honor al subtítulo del libro: una pesadilla. Los engaños proliferan, nadie es quien parece ser y el gato y el ratón se intercambian los papeles en una caza paradójica. Syme pronto pierde su característica bravuconería, pues la realidad se ha vuelto ingobernable hasta para los agentes del orden.

La novela se enreda más y más con cada capítulo para tejer una trama asfixiante y cómica. De una historia política pasamos a una novela policiaca y después a una obra metafísica. Las transiciones fluyen de manera natural, y para cuando queremos darnos cuenta Chesterton nos ha posicionado en la disyuntiva de sus personajes: ¿acaso conocemos la realidad?

En cada nivel, la obra brilla por sus reflexiones profundas y originales. Los diálogos inteligentes y ácidos de los personajes, los discursos grandilocuentes y las paradojas discursivas transmiten diatribas éticas de gran calado. Sobre la poesía, el gobierno o la realidad: todo se cuestiona.

Quien dijo que los clásicos son aburridos fue porque nunca estuvo invitado a una reunión de anarquistas a punto de planear un atentado.