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La inquilina de Wildfell Hall
Anne Brontë

Alba Editorial
#PostureoClásicos El Templo#69 (abril 2019)
Por Daniel Renedo
5.250 lecturas

¿Usaría usted los mismos argumentos si se tratara de una muchacha?

Después de mucho tiempo, la destartalada mansión de Wildfell Hall vuelve a tener inquilinos: la señora Graham, una misteriosa mujer que presuponemos viuda por su vestimenta, su hijo y una vieja criada. El constante rechazo de invitaciones por parte de la joven dama y su huidiza actitud pronto levantarán las sospechas de sus vecinos, quienes no dudarán en diseminar rumores e investigar acerca de su pasado. Todo se complicará aún más cuando la admiración de un joven de la vecindad abra camino a un sentimiento distinto.

La inquilina de Wildfell Hall es la última novela que Anne Brontë, la pequeña de las hermanas Brontë, publicó en vida, un año después de su primera, Agnes Grey, en 1847. Esta segunda es su gran obra como lo son Jane Eyre para Charlotte o Cumbres borrascosas para Emily y es no solo la más injustamente olvidada de las tres, sino también, a nuestros ojos, la más protofeminista.

La novela se compone de dos líneas temporales: el presente en voz de Gilbert Markham (el vecino), en formato epistolar, y el pasado en voz de Helen Graham (la arrendataria de la mansión), en forma de diario. Además, la obra está dividida en tres volúmenes, de los cuales la narración de nuestra heroína abarca desde el final del primero hasta bien entrado el tercero.

Anne Brontë escribió La inquilina de Wildfell Hall no con el fin de entretener a los lectores, sino para exponer los problemas y «hechos» —la violencia de género y el alcoholismo— de la sociedad de la época. Destacan unos diálogos muy agudos que sorprenden inmensamente al lector contemporáneo porque componen una radiografía exhaustiva de la masculinidad tóxica. E impresionan, sobre todo, los del presente, debido a la evolución por la que ya ha pasado la protagonista, pese a que esta no ceje en su moral victoriana.

Anne Brontë se ha convertido prácticamente en «la loca del desván» y creemos que probablemente se deba a lo que comentábamos con anterioridad: su avanzado pensamiento y su empeño en retratar la realidad tal y como era. Ha llegado la hora de liberarla y la única forma de conseguirlo es leyendo su obra maestra.