Asha es la hija del rey de Firgaard, pero también se la conoce como la Iskari, un sobrenombre de carácter divino que lleva consigo el peso de la destrucción, la muerte y la oscuridad. Todo el mundo teme a la Iskari, hasta los dragones. Ningún dragón que se enfrente a ella sobrevive. Solo Kozu, el Primer Dragón, fue capaz de derrotarla y, a cambio, su rostro quedó desfigurado, marcado por una enorme cicatriz que recorría el largo de su cara y se extendía por su costado.

Ahora la Iskari se dedica a la caza de dragones, a los que atrae mediante historias. Contar historias es una práctica prohibida desde hace años, cuando los dragones se rebelaron contra sus jinetes y arrasaron con los hogares de miles de personas. Nadie sabe que la Iskari cuenta historias y, si saliera a la luz, probablemente terminaría muerta, pero el ansia por acabar con los dragones es mayor que el miedo a morir. Además, ahora que el Primer Dragón anda rondando por el reino, la Iskari hará todo lo posible para matarlo.

Kristen Ciccarelli se vale de Iskari para mostrarnos de primera mano lo atractiva que puede llegar a ser una historia, y nunca mejor dicho. El personaje protagonista es redondo: Asha, con sus claroscuros, se debate entre lo que le dicta su corazón y lo que, como Iskari, se ve en la obligación de hacer. No nos olvidamos de los personajes secundarios, perfectamente definidos, que terminarán por adquir un peso mucho mayor de lo esperado en la trama. Pero lo que verdaderamente llama la atención es la ambientación. El hecho de utilizar las historias como cebo es, ante todo, original, y el trasfondo divino que envuelve a estos relatos es sorprendente. Sin embargo, tenemos la sensación de haber explorado solo la punta del iceberg y por eso esperamos que en los próximos libros se profundice más en este tema.

Iskari es el primero de una trilogía un poco especial, pues, a pesar de que la historia de Iskari es autoconclusiva, la saga se completará con dos libros más, ambos ambientados en el mismo mundo pero protagonizados por personajes diferentes.

No solo los dragones se rinden ante una historia bien contada, nosotros también.