Te despiertas.

Te despiertas en un campo de golf.

Te despiertas porque tu mejor amiga (con la que te habías enfadado) te zarandea como a un maniquí.

Te despiertas porque el chico que siempre ha estado enamorado de ti los persiguió con un bate.

Te despiertas porque la droga que te echaron te dejó inconsciente.

Te despierta sin bragas, en medio de un campo de golf y vomitas.

Te despiertas y asumes que te han intentado violar.

Te despiertas y, ¿qué?

Así comienza Los lobos esperan, una novela que aborda los abusos sexuales por parte de estudiantes universitarios. En este caso, el foco está en Nora, la hija aún adolescente del director deportivo de una universidad de élite. Su mejor amiga y un compañero de clase, que estaba en el campo de golf por casualidad y pudo detener la agresión, se lanzan en una búsqueda para adivinar la identidad de los asaltantes. Pero Nora solo quiere olvidar. Y fingir que nunca pasó. Que no la marcaron. Que nadie le quitó las bragas. Que nadie la besó sin su consentimiento. Que nadie quería violarla.

¿Pero cómo se puede olvidar algo así?

La novela plantea muy buenas preguntas, pero quizá su ejecución queda algo banalizada o enterrada entre los líos amorosos e identitarios propios de la adolescencia. Aunque es interesante ver cómo la vida sigue a pesar de que un suceso tremendo ocurra a tu alrededor, hemos echado en falta que la autora atacara más la raíz del problema. Los lobos esperan es una de esas historias donde parece que lo más interesante comienza justo cuando la novela termina.

Una de las líneas argumentales de la novela, que se centra en los ritos de iniciación de las fraternidades estadounidenses, se ha llevado toda nuestra atención. Y es que es realmente interesante plantear quiénes tienen la responsabilidad, directa o indirecta, de la perpetuación de un sistema donde las violaciones siguen repitiéndose. Películas como Una joven prometedora (Emerald Fennell, 2020) o documentales como The Hunting Ground (Kirby Dick, 2014) ya han abordado esta temática y Natasha Friend se une a sus voces para denunciar una horrible realidad: una de cada cinco estudiantes de universidad estadounidenses ha sufrido abusos sexuales.

Además de una prosa sencilla (quizá demasiado) y un ritmo que hará que leas la novela de una sola sentada, la mayor virtud de Los lobos esperan es que introduce al lector juvenil en una problemática con muchas aristas y donde por supuesto que hay culpables, pero el foco está en esos hombres que callan, que ríen, que no dicen nada, que aceptan, que son cómplices silenciosos. Y en las mujeres que se dan la mano y alzan su voz.