En sus dieciocho años de vida, Alec Lightwood nunca había tenido unas vacaciones. Aunque tampoco había tenido novio, y aquí lo tienes ahora, saliendo con Magnus Bane, el Gran Brujo de Brooklyn, que parece saberlo todo salvo el significado de la palabra «recato». Para sus primeras vacaciones juntos ha planeado un romántico recorrido por Europa, empezando por París, pero la cosa se tuerce pronto: a través de Tessa, la amiga de Magnus, descubren la existencia de la Mano Escarlata, una secta de adoradores del demonio que está causando estragos… y que Magnus podría, quizás, haber fundado.

Él no tiene recuerdo de ello, literalmente: alguien le ha borrado un par de años de memoria.

Si no te has adentrado aún en el mundo de los Cazadores de Sombras, puedes empezar por esta historia, pues explica todo lo que tienes que saber. Sin embargo, los lectores del universo de Cassandra Clare disfrutarán tres veces más de la novela, plagada de cameos de personajes de todas las sagas y protagonizada por una de las parejas más queridas del fandom.

¿La verdad? La trama de Los manuscritos rojos de la magia es bastante más simple que la de otros libros de Cazadores de sombras (también ocupa la mitad de páginas). La búsqueda de la secta no es más que una excusa para desvelarnos algunos detalles sobre la infancia de Magnus y, a la vez, mostrarnos en primer plano su relación con Alec. El Gran Brujo de Brooklyn ya había tenido su propio spin off, Las crónicas de Magnus Bane, pero esta es la primera vez que toma el papel protagonista junto a su novio, y su química es innegable. Desde sus puntos de vista alternos reflexionan sobre la sinceridad y los miedos propios de iniciar una relación, pero también sobre lo que supone salir del armario (en el caso de Alec) y asumir las diferentes reacciones que tu entorno pueda mostrar.

Magnus y Alec son todo un referente de representación LGBTQ+ en fantasía juvenil. Clare y Chu querían rendir homenaje a los fans de la pareja regalándoles una historia llena de aceptación, amor, sensualidad y acción, en la que siempre queda tiempo para un buen desayuno parisino o un paseo en góndola ¡o en el Orient Express!