Después de que Odiseo entregase a las doce criadas de Penélope al mar, Poseidón maldijo Ítaca: cada primavera, doce doncellas deben ser condenadas a correr la misma suerte que ellas. De no hacerlo, la isla se hundirá en el mar sin miramientos. Desde entonces, sin fallo alguno, se han llevado a cabo los sacrificios. Este año, Leto es una de esas doncellas. Sin embargo, cuando se zambulle en el mar, no muere. Reaparece en una playa donde la espera Melanto, una chica capaz de gobernar los mares que le ofrece una oportunidad única: si matan al príncipe de Ítaca terminarán con la maldición de Poseidón. Pero Leto no cuenta con que Matías, el príncipe, es mucho más difícil de odiar de lo que cree.

Mentiras que le cantamos al mar no es una novela para todos los gustos. Como adaptación histórica de la Grecia clásica se toma muchas libertades, también en el ámbito de la mitología, que no acaba de coincidir con lo que cuenta la obra a la que referencia: la Odisea. Sin embargo, si lo que buscamos es un romance con un triángulo amoroso y drama palaciego, hemos llegado al lugar adecuado. Melanto, Leto y Matías juegan un tira y afloja donde el asesinato del príncipe es la clave para liberar a todas las mujeres de la Ítaca de la maldición que lleva siglos persiguiéndolas, pero en cuanto los sentimientos intervienen los objetivos de cada uno de ellos se vuelven más confusos. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para conseguir lo que más ansiamos?

Lo cierto es que la mejor baza de esta novela es su prosa. Lírica y llena de metáforas, nos transporta a un mundo clásico grecolatino donde las leyendas y la magia son la realidad. Su estilo mantiene la acción y la tensión en otro momento, pero también nos regala preciosas frases y momentos, tanto en las descripciones de los tres puntos de vista (Melanto, Leto y Matías) como en los diálogos con otros personajes. Quizás no sea la versión más realista de la Grecia antigua, pero es una historia que es fácil de disfrutar. ¿Qué decisión tomará Leto al final del camino?