Imani es una puntuada. Eso significa que todo lo que hace y dice es registrado, procesado y puntuado por Score Corp a través de las cámaras que hay situadas por toda la ciudad. Y tener una puntuación alta es indispensable: sin ella, ir a la universidad y conseguir el trabajo que deseas están completamente fuera de tu alcance... a menos que tengas dinero. Y para conseguir una buena puntuación hay que cuidar lo que dices, cómo lo dices y con quién te relacionas. Si tu mejor amigo tiene una puntuación baja, eso afectará a la tuya también. Y en esta situación se encuentra Imani. De noventa y tres ha pasado a una puntuación de sesenta y cuatro por culpa de su mejor amiga, Cady, y de pronto se encuentra con que sus sueños de seguir estudiando le explotan en la cara. Caer es muy fácil, pero subir es misión imposible. ¿Qué hará ahora?

La puntuación tiene un tono más reivindicativo que la mayoría de novelas juveniles. Nos presenta una situación que, salvando distancias, nos es muy cercana en ciertos aspectos. El dinero que abre puertas —aunque no te merezcas cruzarlas—, la vigilancia masiva «por el bien de la sociedad», las todopoderosas empresas y el sacrificio de privacidad para obtener ventajas sociales. La autora nos invita a reflexionar sobre estas cuestiones a través de las discusiones entre Imani y Diego. ¿Es justa esta situación? ¿Es siquiera ético plantearse «vender» un derecho fundamental como la privacidad por un futuro mejor?

La puntuación es un libro autoconclusivo y corto, y en algunos puntos eso se nota bastante. La historia de amor es anecdótica para la trama, por lo que incluso podría decirse que la autora podría haber prescindido de ella. Algo parecido les ocurre a los personajes secundarios debido a la longitud de la novela. No tienen presencia propia y su función podría definirse como dar soporte y sentido a las acciones de Imani y Diego.

Con grandes guiños a 1984 y Un mundo feliz, La puntuación es una novela que nos hará reflexionar sobre situaciones y comportamientos que a veces nos parecen más que normales pero a los que deberíamos dedicar algo más que un pensamiento y ante los cuales deberíamos alzar nuestra voz más rebelde.