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El río baja sucio
David Trueba

Siruela
Reseñas de novedades El Templo#72 (octubre 2019)
Por Javier Moriones
3.677 lecturas

Las vacaciones de Semana Santa de Tom van a tener un sabor agridulce. Su madre se ha separado recientemente de su padre, un maltratador al que por fin ha apartado de su vida. También va a ser la última vez que se quede en La Na­villa, ese pueblo de la sierra a una hora de Madrid en el que ha disfrutado de sus vacaciones cada año. Su madre ha decidido vender la casa, pues el pueblo ha perdido su encanto en los últimos años por los vertidos de una can­tera cercana en el río.

Junto a su amigo Martín, Tom vive esta semana con la sacrali­dad que le corresponde a este último resquicio de su infancia. Con la llegada al pueblo de Ros, un presidiario re­cién salido de la cárcel que vive en los Rosales, una antigua casona que se encuentra en las úl­timas, las vacaciones se convierten en una nueva aventura dis­tinta a la de cada año.

David Trueba firma su primera no­vela juvenil con El río baja sucio, un li­bro nostálgico que se apoya en dos ele­mentos fundacionales muy propios de nuestras tierras: la infancia y el pueblo. El autor indaga en esta nostalgia desde el punto de vista de un joven de die­cinueve años que recuerda sus últimos años de infancia, narrados en primera persona.

Las últimas vacaciones de Tom en La Navilla se convierten en las de cualquie­ra de nosotros: nos recuerda la inocencia de estos últimos momentos de la infan­cia. El entorno de fondo son las bicicle­tas, la naturaleza que rodea el pueblo y ese río contaminado, que despierta la vertiente más social de la historia, qui­zá donde esta obra se desmarque más de otras novelas parecidas. Trueba hace una defensa de la naturaleza y una crí­tica a la política de los ayuntamientos que anteponen los in­tereses monetarios a la riqueza de sus paisajes.

El estilo del autor se sumerge en la pri­mera persona de Tom, adolescente en etapa de descubrimientos, a quien retrata de forma muy sencilla y sincera. Aunque los persona­jes secundarios quedan algo desdibujados, la amistad se sitúa en un lugar presidencial de la trama: la relación de Tom y Martín es una de esas que solo podría tener lugar en un entorno mágico como La Navilla; si se hubieran conocido en la ciudad, proba­blemente todo sería distinto.

El río baja sucio nos hace viajar des­de su sencillez a ese lugar teñido de ocre que son las vacaciones de la infancia: el pueblo, la familia, la naturaleza, el pri­mer amor y un sentido de la aventura inagotable.