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Entrevista a...

Beatriz Osés

El Templo #82 (junio 2021)
Por Javier Moriones
2.474 lecturas

Beatriz Osés estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, aunque ha ejercido como docente de Lengua castellana y literatura durante casi dos décadas en Extremadura. Desde hace poco se dedica en exclusiva a sus pro­yectos literarios..., y es que en 2014 empezó su andadura con la saga Erik Vogler, que se extendió durante ocho títulos, se ha traducido a diversos idiomas, y acaba de continuar con una saga spin-off: Albert Zimmer. Además, ha ganado el pre­mio El Barco de Vapor en dos ocasiones, en 2019 y 2021, y el premio Edebé de lite­ratura infantil en 2017. Hablamos con Beatriz sobre estos últimos años de intensa actividad literaria, sus personajes, y antiguos y nuevos proyectos de escritura.

En los últimos cuatro años has cerrado una saga de ocho libros, has iniciado una nueva trilogía y has ganado tres impor­tantes galardones literarios. Además, hasta hace unos meses compaginabas tu labor de escritora con la profesión de docente. ¿En qué momento se encuen­tra Beatriz Osés ante la escritura?

Creo que puedo afirmar que me encuentro en un momento dulce dado que mis inicios no fueron precisamente fáciles. Quiero pensar que estoy reco­giendo frutos de lo que voy sembrando en estos últimos años. Me siento libre y creativa. Estoy escribiendo lo que deseo y no me siento presionada por modas, temas o cuestiones editoriales. Soy fiel a mis personajes y a mis historias. Me gusta experimentar con distintos géne­ros: poesía, relato, novela... Y moverme entre crímenes, humor, conflictos, ter­nura con la mayor facilidad posible.

Está claro que los premios literarios su­ponen un desahogo económico, ade­más de una oportunidad perfecta paracrecer como escritora. ¿Qué más han supuesto para ti?

Para mí suponen tiempo para seguir escribiendo y la posibilidad de que un mayor número de lectores conozcan mis libros y se acerquen a ellos. Además, me permiten eludir libros por encargo en los que el título y la temática están muy condicionadas por criterios editoriales y comerciales y donde yo no me sentiría cómoda. Me alegra sentirme libre des­de el punto de vista creativo. Me blo­quearía de otro modo.

La saga Erik Vogler terminó hace unos meses con su octava entrega y acumu­la ya más de 100.000 ejemplares ven­didos. Desde el año 2014 en que se pu­blicara el primer volumen, la historia del excéntrico Vogler ha evolucionado mucho. Como creadora, ¿cómo has vivi­do el desarrollo de una saga que te ha acompañado tantos años?

La he vivido de todas las formas po­sibles: con asombro, con curiosidad, con alegría, con humor, a veces, con preo­cupación. A fin de cuentas, los persona­jes son casi de la familia. En casa hemos charlado muchas horas sobre Vogler y compañía, sobre las peripecias con su abuela y con el misterioso Albert Zim­mer. Lo cierto es que nos hemos reído mucho y que mi entorno más cercano me ha proporcionado ideas, consejos y documentación para las distintas tra­mas. Desde un punto de vista personal, Erik y Albert han ido creciendo conmi­go, cumpliendo años. Me parece que he ido evolucionando desde el primer títu­lo, Los crímenes del rey blanco, hasta el primero de la entrega de Albert Zim­mer, La bruja de Berchtesgaden. Pien­so que me han enseñado a mejorar en cuanto al estilo se refiere y también me han ayudado a proyectar mis miedos, rarezas y valentía en ellos.

Precisamente, es en estos personajes donde reside parte de su éxito. El ex­céntrico Vogler, el misterioso Albert Zimmer, la deslenguada Berta Vogler... las relaciones entre todos ellos y sus di­námicas son el centro de la saga. ¿Sur­gen las tramas de tus historias a partir de los personajes? ¿Cómo enfrentas la creación de un nuevo título?

Las tramas suelen surgir de un modo inesperado: a partir de una no­ticia, de un recuerdo de un libro o de una imagen de una película. Comienzo siempre preguntándome qué va a ocu­rrir en lo referente al caso o la investiga­ción policial y después pienso en cómo esa situación afectará a los personajes y se proyectará en los diálogos. Tengosiempre muy presente las subtramas en­tre ellos, incluyendo, por supuesto, a la dulce Cloé que aparece en el cuarto li­bro de la saga de Erik Vogler y que va cobrando protagonismo a medida que avanza la serie.

En la persona de Vogler vemos una pre­ocupación por la moda, la tecnología, la higiene... Es un personaje a veces caricaturizado, pero al que siempre mi­ras con cariño como narradora. ¿Cómo nace Erik? ¿Son sus obsesiones las de su creadora?

Jajaja. Vogler nace a partir de dos películas: Matar a un ruiseñor, donde aparece un Erik de niño en el personaje que encarna a Truman Capote, y de Me­jor imposible, con un escritor, encarna­do por Jack Nicholson, obsesionado con el orden y la limpieza. Quise encontrar un punto intermedio, es decir, un ado­lescente con un perfil similar. El inicio de Los crímenes del rey blanco nace de un fotograma de Mejor imposible donde el protagonista está organizando su equi­paje. Comparto características y mie­dos con Vogler, como muchos lectores. Por ejemplo, el miedo a la muerte, que se expone en todos los libros. Aunque también me reflejo en la abuela Berta y me encantaría envejecer como ella, con ese espíritu aventurero y eternamente joven, o en el osado y misterioso Albert Zimmer. Pienso que a los lectores tam­bién les puede ocurrir lo mismo porque todos tenemos miedos, manías, mo­mentos de valor, secretos...

El humor, además, juega un papel esen­cial en las propias descripciones de es­tos personajes, y es algo recurrente a lo largo de tu obra. ¿Qué papel tiene a la hora de plantear un nuevo libro?

El humor resulta primordial porque es el motor que me hace escribir estos libros y recurrir a los mismos persona­jes. Me permite disfrutar cuando estoy creando las ideas, a la hora de escribir e, incluso, cuando corrijo los borradores. Los diálogos en los que se mezclan el conflicto y la risa me resultan muy atrac­tivos como autora. Me lo paso bien en ellos. Los personajes me permiten decir de todo en medio de una discusión y reaccionan, a veces, de forma imprevisi­ble. Intento mostrar una novela policía­ca en la que los «detectives» no lo son. En realidad, es como si el asesino nos persiguiera a cualquiera de nosotros y la investigación dependiera de nuestras hipótesis. De esta manera, es frecuente que metan la pata, que se pongan en riesgo sin saberlo o que vivan situacio­nes muy rocambolescas.

Además, el éxito de la saga se ha exten­dido a otros países. Los primeros títulos están traducidos al polaco, ruso, persa, turco y francés... Sin duda, en Erik hay un componente bastante internacional que, junto con el diseño de las cubier­tas (con las llamativas ilustraciones de Iban Barrenetxea), se ha ganado a los editores extranjeros. ¿Cómo ha sido esta experiencia? ¿Has tenido contacto con algún lector internacional?

Sí, he tenido contacto a través de Instagram con lectores de Polonia, de Rusia y de Turquía. Ha sido curioso por­que no me imaginaba estas traduccio­nes en un principio. Entiendo que los lectores conectan con mi sentido del humor independientemente del país de origen. Aunque me sigue sorprendien­do gratamente.

La peculiaridad de la saga de Vogler, además, es la presencia de un elemento paranormal que se entremezcla con los misterios de cada nueva novela. En un primer momento, el elemento paranor­mal era algo que los propios persona­jes se cuestionaban —nadie estaba dis­puesto a creerse del todo las visiones de Erik—, pero ha terminado ganando bastante relevancia en los últimos li­bros. ¿Concebiste desde un primer mo­mento la saga de esta forma?

En realidad, Los crímenes del rey blanco, la primera novela de Erik Vogler, no pretendía formar parte de una saga. Al año siguiente, nació la idea para Muerte en el balneario. Se la co­menté a mi editora Reina Duarte y ella me propuso escribir tres o cuatro libros. Finalmente, con el paso del tiempo, la colección cobró vida propia, los perso­najes están muy presentes en mí y yo fui quien decidí escribir más con total liber­tad. La colección de Albert Zimmer, la idea original, me la sugirió un lector en un encuentro en un colegio de Extre­madura. Fue hace más de cinco años. Al final, esa idea que grabé en mi memo­ria se ha materializado. No me cierro a las propuestas de los lectores. Recuerdo que, en varias ocasiones, me pregunta­ron si Erik y Albert viajarían alguna vez a España. Acepté el reto y Jaque Mate, el séptimo libro de Vogler, se desarrolla en Roncesvalles (Navarra), en el Camino de Santiago. Estoy contando, en reali­dad, un año terrorífico en la vida de este adolescente tan friqui (desde los quin­ce hasta los dieciséis). Por ese motivo, aconsejo leer los libros en orden porque llevan una secuencia cronológica.

En cuanto a la evolución paranor­mal de Erik se fue creando a medida que avanzaban los libros de forma natural. En un inicio, ni él mismo quería contar lo que le había sucedido en Grasberg pero, poco a poco, los acontecimientos van demostrando que sus dotes para­normales están ahí mal que le pesen. Esto llega a oídos de Zimmer, Berta e incluso, en los últimos títulos, de los dis­tintos comisarios para los que termina colaborando y que, en un principio, du­daban de su eficacia.

De hecho, se ha publicado hace unas semanas la primera parte de una trilo­gía spin-off, protagonizada por Albert Zimmer, donde este elemento fantás­tico cobra un papel central. ¿Qué po­demos esperar de Albert y Erik, ahora universitarios, en este nuevo arco vital?

Sí, efectivamente, Erik estudia en su amada Nueva York dos carreras: In­teriorismo e Historia del Arte, Zimmer estudia Criminología en Ámsterdam y la dulce Cloé se decanta por Medicina Forense en París. Los tres se encuentran físicamente separados y la llamada del comisario Roth los vuelve a reunir jun­to a Berta Vogler en un caso basado en una leyenda alemana que tiene a la bruja Frau Perchta como protagonista de un doble crimen cometido en Ber­chtesgaden. ¿Qué podemos esperar?... Mucho humor, un triángulo amoroso muy especial, un tono quizá algo más salvaje y situaciones inesperadas que sorprenderán al lector.

En el primer título de esta saga, has profundizado en el folclore de la zona norte de Europa, con la introducción de la bruja frau Perchta como parte del misterio central. ¿Qué más criatu­ras podremos encontrar en esta nue­va trilogía? ¿Por qué has decidido am­bientar estas dos sagas en Alemania y sus alrededores?

No quiero desvelar esos entresijos para que el lector se pueda sorprender. En cuanto a la segunda pregunta, decidí que algunos de los libros se desarrolla­ran en Alemania porque es uno de los países de Europa a los que no he viajado y que me encantaría conocer. Buscaba marcos europeos para las desventuras y peripecias de Vogler y Zimmer porque los he visitado y los conozco. Son países que me gustaría que visitaran los lecto­res. De la misma manera que les invito a familiarizarse con la música clásica, la ópera, la literatura, la pintura y otros temas que me gustan a través de las alusiones de los propios personajes. Mis aficiones entran en estas novelas y a mí siempre me ha encantado viajar.

Además, este libro ha supuesto un cam­bio de una tercera persona narrativa a una primera, en voz de Albert. No por ello, Erik queda en segundo plano en La bruja de Berchtesgaden. ¿Se las apaña­rá Erik para robarle el protagonismo a Albert sin ser esta su saga?

Erik Vogler siempre será Erik Vo­gler. De hecho, en mi cabeza esta saga es una continuación de la saga de Erik cambiando la voz del narrador a una primera persona, abordando el caso desde la perspectiva de Albert Zimmer y habiendo dejado que transcurran más de dos años. Quería verlos en otro mo­mento vital, averiguar qué había ocurri­do con ese final de La venganza en La Rose Rouge y seguir evolucionado con los personajes. Quería experimentar con esa primera persona a la que no había recurrido en las ocho primeras novelas.

En tus novelas infantiles, concretamen­te en Los escribidores de cartas y Un bosque del aire, con las que has gana­do el Premio El Barco de Vapor en dos ocasiones, es la zona rural, esta vez en España, la que está en el centro de las historias. Ahora que se habla tanto de la España vaciada... ¿es algo que has querido reflejar de forma directa en tus libros? ¿Qué estamos perdiendo del mundo rural?

No quería hablar tanto de la España vaciada sino de los valores que se ocultan en el mundo rural y de la sabiduría, de la experiencia, que ofrece este entorno frente a los prejuicios y, en ocasiones, la prepotencia de los que vivimos en las ciu­dades. Borja y su padre en Un bosque en el aire representan esta actitud de me­nosprecio que va cambiando a medida que avanza la trama. Los personajes que habitan en esa aldea imaginaria, Solana del Infante, son muy variopintos pero tienen curiosidad, leen, algunos tienen varias carreras universitarias, filosofan y no pierden su sencillez. Allí no hay pri­sa ni estrés y todo se resuelve charlando en el bar. Me gusta porque acometen el proyecto de plantar diez mil árboles en el monte, que es un auténtico seca­rral, con entusiasmo y sin agobiarse. Me gustan esos personajes de acción que no se quedan en las palabras poéticas. Del mismo modo, en Los escribidores de cartas los niños protagonistas luchaban para que el cartero no perdiera su traba­jo y terminaban involucrando a todo el pueblo en ese empeño.

En estos dos libros, además, escribes sobre dos tradiciones que están desa­pareciendo en el siglo XXI: el envío de cartas postales y la transmisión de na­rraciones orales. ¿Surgen estos libros como forma de reivindicar algo casi ex­tinto? ¿Pueden convivir estas tradicio­nes con la tecnología?

Estos libros surgen de una idea de hace años, en el caso de Los escribido­res de cartas, y de una conversación en Messenger con un desconocido que me contó que estaba creando un bosque y que mencionó la palabra «secarral» y que originó Un bosque en el aire. Las ideas iniciales, la inspiración puede sur­gir en cualquier momento, no están planificadas. Después, cuando vas dan­do forma a la historia, vas reflejando, a través de tu propio filtro, aquello que te conmueve, que te impresiona, que te importa, tus intereses, tus sueños, tus fracasos. Te vas mostrando y aparecen los microrrelatos, los haikus, las cartas... Todo aquello que eres. Estoy irremedia­blemente en mis libros, son mi autobio­grafía ficticia.

En tus años de carrera literaria, has abordado la poesía, la prosa, novela re­alista, paranormal... ¿Hay algún género con el que tengas una cuenta pendien­te? ¿Qué nuevos proyectos hay en tu horizonte literario?

Tengo que experimentar con el tea­tro en el futuro. Los proyectos en men­te, a corto y medio plazo, pasan por terminar una trilogía que aparecerá en otoño, con la editorial Edebé, y que llevará por título: Brian McNeill. El pri­mer volumen será Plásticus; el segundo, Love.com y el tercero, en el que me voy a embarcar próximamente, se titulará Pánicus. Y, bueno, luego están las ideas que andan revoloteando por mi cabeza desde hace tiempo y que intentaré plas­mar en nuevos libros.

¡Muchísimas gracias por tu tiempo, Bea­triz! Ha sido un placer compartir estas preguntas contigo.