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Entrevista a...

N. D. Stevenson

El Templo #89 (agosto 2022)
Por Daniel Renedo y Pablo G. Freire
877 lecturas

N. D. Stevenson descubrió el potencial del cómic cuando estudiaba en el Maryland Institute College of Art y publicaba fanart en su página de Tumblr. Nimona, su primer gran éxito, nació como webcómic y acabó siendo publicado como una novela gráfica que se alzó con el prestigioso Premio Eisner. Poco después repetiría la hazaña por partida doble con Leñadoras, una popular serie de cómics juveniles de la que fue coguionista en sus primeros números. Entre su obra posterior destaca El fuego nunca se apaga, una recopilación de sus webcómics más personales. También ha trabajado como guionista para Disney y Marvel Comics, y es conocido por ser el creador de la serie animada She-Ra y las princesas del poder, un reboot del clásico de los ochenta. En la actualidad, continúa publicando sus viñetas en Substack y se espera que la adaptación cinematográfica de Nimona llegue a Netflix a principios de 2023.

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Mientras que en Nimona nos encontramos con un mundo de fantasía repleto de tecnología y elementos contemporáneos, Leñadoras introduce una serie de animales fantásticos como parte de nuestro propio mundo. ¿Qué es lo que te atrae de esta combinación? ¿Planeas seguir explorando este tipo de mezclas en futuros trabajos?

Sí, creo que la mezcla de pasado, futuro y presente siempre me ha interesado, y creo también que gran parte de mi obra trata, en cierta forma, sobre la noción del tiempo. Es un tema que siempre me ha resultado muy interesante, pero también me gustan mucho géneros como el de los superhéroes, la ciencia ficción y la fantasía. Me intriga mezclar y unir esos elementos también, y creo que es por eso mismo que Nimona juega con elementos del pasado, del futuro y del presente. Personalmente, siento que el que los personajes estén, por así decirlo, atrapados en el tiempo dice algo sobre ellos y sus historias.

Así pues, un personaje como Nimona parece que es una chica joven, pero luego resulta que es mucho mayor de lo que aparenta… y que, dentro del tiempo, está a la deriva. Su estilo es más moderno que el del resto de personajes. Son detalles como esos los que le dan sentido. El concepto del tiempo siempre me ha interesado, y es por eso que intento explorarlo en mi obra. Y Leñadoras también tiene elementos similares: las leñadoras están literalmente atrapadas en el tiempo, en lugares concretos. Simplemente creo que me fascina jugar con ese tema porque le veo muchas posibilidades.

Todos los proyectos en los que has trabajado cuentan con amistades que son muy tiernas y a la vez no del todo convencionales. Tenemos el ejemplo de Nimona, puesto que en ella se explora la relación entre un villano y su secuaz, pero también el del grupo de chicas de Leñadoras y su monitora. ¿De dónde crees que te viene el interés por este tipo de relaciones?

Durante la época en la que estaba empezando a entrar más en la adolescencia y dando el paso de leer libros infantiles a leer literatura juvenil, creo que existía una gran fijación en las novelas románticas. Y, por entonces, en gran parte porque no había salido del armario aún, no era capaz de conectar demasiado con esas tramas que giraban tanto en torno al romance. Por ello mismo, siempre estaba a la busca y captura de aquellas relaciones emocionantes que no eran románticas, pero que también podían ser muy intensas y a la vez raras y complicadas y todas esas cosas. Porque me he dado cuenta de que es algo que me cautiva: la relación de una pareja dispar, o de un grupo que tiene una dinámica interesante; relaciones que tienen ese algo que no llega a ser un vínculo familiar o de amistad y que está cerca de ser las dos cosas a la vez, pero al mismo tiempo es algo completamente distinto.

Así que ahora, por supuesto, la parte romántica de mis historias me emociona más de lo que lo hacía por entonces, y eso mismo lo hemos explorado con She-Ra. Y, de hecho, en lo que estoy trabajando ahora mismo vuelve de alguna forma al terreno de las relaciones que parecen las de los miembros de una familia y esas amistades que son tan intensas que a veces parecen románticas. Supongo que siempre me han llamado la atención y que por eso aparecen con tanta frecuencia en mi obra.

Y ya que hablamos de las dinámicas de los personajes, otro elemento recurrente en tu obra es que las historias suelen contarse desde el punto de vista de «los malos». Además, acostumbras a presentar personajes moralmente ambiguos que están en lados opuestos de la misma batalla. ¿Qué te aporta esta dinámica en términos narrativos?

Creo que sin duda viene del hecho de que crecí en un ambiente muy religioso, como parte de una iglesia muy conservadora. Así pues, en mi infancia y juventud, siempre me sentí como si fuese el malo. Nuestra iglesia tenía esta idea de que ese algo está dentro de ti, de una forma u otra, y que ha sido elegido para ti.

Era una preocupación constante; trataba de ser un buen cristiano y sentía constantemente que había algo malo en mi interior. Es por eso que lo exploro tanto en mi obra, porque me interesa mucho la humanidad de esas personas a las que se tacha de «los malos». Y particularmente en Nimona, porque… ¿Quién es la persona que está diciendo que ese es el malo y por qué necesita que sea así y no de otra manera? Y, por supuesto, hay algo más detrás: hay una persona que se beneficia de referirse a él como el villano y que le empuja a actuar como tal.

Creo que eso es algo que está presente en todo en lo que he trabajado, porque trato de deconstruirlo incluso cuando los personajes están haciendo lo que no deben. Cuando en un momento determinado son malvados, sigo queriendo entender qué les motiva a actuar de esa forma. Porque siempre me lo preguntaba en el pasado, de forma constante, cuando veía y escuchaba a gente decir que alguien era malo, pero a mí me generaba mucha curiosidad el porqué. Pienso que es algo que me fascinaba por entonces y que me sigue fascinando ahora. Intento meterme siempre en la cabeza de aquellas personas que llevan la etiqueta de villano.

Tus personajes también tienden a desafiar las normas de género. Esto se puede ver en la cambiaformas Nimona o en las diferentes formas de las valientes Leñadoras de ser chicas jóvenes. Pero también hay muchos otros personajes que no siempre se ajustan a unas expectativas concretas y binarias. ¿Podrías hablarnos un poco más de esto y explicar qué papel juega el uso de la fantasía en ello?

Creo que el viaje que he hecho respecto a la exploración del género en mi obra ha sido interesante, porque obviamente es una cuestión bastante personal, pero a la vez ha sido algo de lo que no he sido plenamente consciente. Cuando era joven, solía gravitar sobre todo hacia los personajes masculinos; eran los personajes que me parecían más interesantes. Tenía unos cuantos personajes femeninos favoritos, pero eran los menos. Y hubo un momento en que mi hermana me preguntó por qué era tan duro con los personajes femeninos; por qué decía que eran insoportables. La pregunta me la hizo cuando yo era aún un adolescente —tendría como catorce años o así—, y se me quedó clavada. Es por eso mismo que empecé salirme de lo habitual para tratar de dar con algo interesante en personajes que había descartado con anterioridad, personajes que había dicho que no me gustaban o que no eran interesantes. Y lo que hice fue buscar concienzudamente qué cosas eran interesantes de los personajes femeninos y de las narrativas protagonizadas por ellos. Y ese fue el punto en el que empecé a examinar de verdad mi cerebro y que me paré a ver cómo percibía yo el género.

Y de ahí nació Nimona. Recuerdo que cada año, cuando llegaba el momento de disfrazarse por Halloween, yo siempre lo hacía de algún personaje masculino; esa era la forma en la que me sentía cómodo. Pero a la vez sentía que me decepcionaba a mí mismo al no disfrazarme nunca de ningún personaje femenino, así que, cuando diseñé a Nimona, era como si estuviera pensando en qué disfraces me gustaría llevar. Y mucho de ella viene de eso, de ella desafiando el género a su propia manera, con este estilo punk suyo.

Nunca llegué a disfrazarme como ella, pero eso es en lo que pensaba cuando la estaba creando. Y creo que siempre trato de mirar desde un ángulo distinto o de encontrar una forma distinta de explorar eso mismo, porque pienso que… cuando me muevo por el mundo, con el género que tengo —que no es del todo ni uno ni otro—, siento que estamos en las primeras etapas de lo que es posible, y eso me resulta muy emocionante. Es algo que quiero explorar no solo en mi vida personal, sino también en mi obra.

Tanto El fuego nunca se apaga como tus webcómics son un testimonio muy personal de tu recorrido como artista y también de un proceso identitario; de tus mayores éxitos, pero también de los momentos de vulnerabilidad. ¿Crees que es importante mostrar esa otra cara del proceso creativo? ¿Era algo que buscabas o es simplemente un efecto secundario de tu necesidad de expresarte?

Creo que surge más de una necesidad de expresar un sentimiento que de que lo vea más gente. Mis cómics preferidos de todos los que he hecho han tenido en común el fluir de conciencia, poner en un trozo de papel todo aquello que siento en el momento.

Cuando empecé a hacer cómics, acababa de cursar mi primera clase de cómic en la universidad, y me encontraba en un punto bastante complicado en lo referente a mi salud mental; me era muy difícil contarle a la gente cómo me sentía o explicarlo de una forma que fuese comprensible. Era algo que, en el momento, me hizo sentir muy solo y muy asustado a la vez, porque sabía qué estaba sintiendo, pero no era capaz de expresarlo.

Y, entonces, cuando empecé a dibujar cómics, me di cuenta de que cuando creaba historias sobre cómo me estaba sintiendo, la gente parecía entenderlo un poco mejor. Y esa es la razón por la que llevo tanto tiempo haciéndolo: no solo para que otra gente pueda entenderlo, hay veces que lo hago solo para poder comprenderlo yo mismo.

Acababa de contarles a mis padres que no era heterosexual, y lo que hice fue dibujar un cómic sobre eso mismo y se lo mandé a mis padres. Cuando lo leyeron, parecieron entenderme algo mejor. El fuego nunca se apaga no nació como un libro, sino que eran un montón de fragmentos distintos de un montón de momentos diferentes en mi vida, y fue idea de mi editor agruparlos y hacer un libro con ellos. Hay muchos de ellos que se puede ver que no estaban pensados para formar parte de un todo. Hay algunos que ni siquiera he compartido nunca en internet, y que se publicaron directamente en el libro. Es una herramienta que me ayuda a entenderme y a hacer que los demás me entiendan.

Estos cómics se fueron publicando en un período largo de tiempo durante el cual hubo muchos cambios en tu vida. ¿De qué forma ha afectado el feedback de tu audiencia a esos procesos más personales?

Creo que era muy consciente de que la gente iba a ver reflejadas sus propias experiencias en los cómics.

Pienso que existe el estereotipo de que los cómics, especialmente los que se comparten en internet, son menos profundos con la intención de que el mayor número de lectores pueda sentirse identificado. Que esos son los cómics que se vuelven verdaderamente virales o que llegan más rápido a la gente. Pero hay muchos cómics muy únicos y que cuentan historias igualmente únicas, así que no creo que ese estereotipo sea siempre cierto. Yo quería contar una historia más específica. Y algunos de ellos —los míos que cuentan algo más personal— han sido con los que la gente se ha sentido más identificada, mucho más de lo que esperaba. Pensaba que solo yo me sentía de esa forma, y ayuda mucho ver (para sentirse menos solo) que no es así.

Hay veces que trato de explicar lo que siento, pero también tengo la esperanza de que ayude a otras personas a no sentirse tan solas; que hablar sobre ello es un acto que puede hacer que salga a la luz y que se evapore de diferentes formas.

Con casos recientes como el de Lightyear, la representación queer en la animación infantil está en el punto de mira. Mientras que el cine mainstream es mucho más conservador para no cerrarse a determinados mercados, parece que la televisión infantil, con series como She-Ra, ha llegado mucho más lejos en este sentido. ¿Por qué crees que ocurre esto? ¿Eres optimista respecto a la evolución de esta situación en los próximos años?

Sí, creo que el mundo de la animación es muy interesante porque la gente que trabaja en él siente verdadera pasión por dichas historias. He vivido muchas veces la experiencia de trabajar en una serie y pensar «creo que este personaje no es hetero», «creo que estos dos personajes están enamorados» y lo escribes o lo dibujas o lo reflejas de una u otra forma, porque sabes que hay otras personas queer que serán capaces de reconocerlo cuando lo vean, pero que a la compañía para la que trabajas se le pasará por alto.

Y eso es algo que, en los últimos diez años aproximadamente, ha tomado protagonismo y ahora, cuando ponemos esas pistas acerca de un personaje o de una pareja, los ejecutivos de las distintas compañías son conscientes.

Así que, en lo referente a She-Ra, quería rendir homenaje a eso. Si había alguien que se sentía reflejado con un personaje o que se sentía conmovido por una relación, quería planteármelo al menos y darle una oportunidad. Y así fue principalmente cómo se desarrolló la serie. Veía a los artistas dibujando aquello que les apasionaba y solía ponerme en plan: «Hala, qué bueno. Quiero incluirlo en la serie».

En el feedback que nos llegó sobre Catra y Adora y el final romántico de su historia, oí muchas cosas de chiques, porque hay personas cada vez más jóvenes que están empezando a explorar su género y sexualidad. Pero incluso cuando son tan pequeñas que ni siquiera es una cuestión personal aún, les ayuda a entender a otres niñes que pueden estar en un viaje personal distinto al suyo o niñes con una familia monoparental, o cualquier otra cosa. Creo que siempre es algo que ayuda a les chiques a entender un poco mejor el mundo, a sí mismes. Así que esa ola de historias… confío en que no pare, porque hay muchas que están por contar aún.

La película de Nimona comenzó su producción con Blue Sky, de 20th Century Fox, pero fue cancelada tras su compra por parte de Disney en un estado muy avanzado y finalmente rescatada por Netflix. Actualmente, está programada para 2023. ¿Qué podemos esperar de esta película resultante?

Ha sido todo un viajecito. Si no recuerdo mal, lleva siete años ya macerándose. Creo que fue en 2015 cuando vendí los derechos del libro, al poco de publicarse. Y, de aquella, había mucha incertidumbre y siempre se anteponía otra cosa. Y, como ya sabéis, Disney compró el estudio y después lo cerró. Ver, después, que conseguía encontrar una segunda vida, que no es algo que suela pasar y mucho menos con las películas de animación —hay muchas películas que nunca llegan a ver la luz—… estaba muy agradecido y emocionado. Hace nada he visto no el primer corte como tal pero sí un trocito y… hay mucha parte ya animada y es muy emocionante. Empieza a parecer real; que sí que va a ocurrir. Creo que es una de esas situaciones en las que se dice: «Sí, está en marcha, pero ¿qué otra locura va a ocurrir y hacer que no salga adelante?». Así que crucemos los dedos para que todo vaya bien, porque, llegados a este punto, creo que… o sea ¡esta vez sí es la buena! Y aún sigo tratando de asimilarlo.

Lo que vi de la adaptación hizo que me explotase la cabeza, creo que lo va a petar. No la dirijo, pero he trabajado de cerca con las personas encargadas, y estoy muy agradecido a Nick y Troy, los directores, porque han colaborado conmigo y me han permitido ser parte del proceso de una forma que no está garantizada cuando eres el autor del libro; quieren que el producto pueda sostenerse por sí mismo. Hay veces que las adaptaciones son productos muy distintos al material original. Por eso, la película es distinta, pero creo que a la vez tiene mucho en común con el libro. Y por eso es muy guay ver a personajes a los que quiero tanto tener una segunda vida, y espero que reciban mucho amor en esta nueva vida que están a punto de tener.

Y la última pregunta es obligada. ¿Qué nos puedes adelantar de tus actuales y futuros proyectos?

No hay mucho que se haya anunciado de las cosas en las que estoy trabajando ahora mismo. Puedo hablar de la serie de animación de Leñadoras, que todavía está en proceso. Está en las primeras etapas aún, y esperamos que siga adelante, pero aún no nos han dado luz verde. Pero es algo en lo que he estado trabajando. Y también estoy escribiendo una novela, de prosa toda ella, por primera vez, lo cual es superemocionante. Es una reescritura de un libro que escribí cuando tenía quince años. Durante la pandemia, volví a ello y enseguida me absorbió por completo. Con suerte, pronto se sabrá más.

Y ando trabajando también en un proyecto de live action con un director muy guay, y soy yo quien se está encargando del guion. Espero que también se anuncie pronto, porque me lo estoy pasando pipa. Es una propiedad muy muy chula, así que es algo gordo.

También sigo subiendo cómics a mi Substack, que es divertido, y tengo otras ideas muy emocionantes cociéndose. Ando ocupado, eso sin duda, y espero que, en cuanto baje un poco el volumen de trabajo actual, pueda volver (porque me apetece mucho) a los cómics y a experimentar con el medio un poco más. Sigo creyendo que es mi primer amor dentro de los distintos medios que existen para contar historias. Y creo que eso es todo.

Eso es todo por nuestra parte también. Ha sido genial. ¡Muchísimas gracias, Nate!

¡Muchas gracias a vosotros! ¡Han sido unas preguntas geniales! ¡Y ha sido genial conoceros!»