En 2014 reseñamos Mi primer beso, la novela de Beth Reekles, y hubo que esperar cuatro años hasta que al fin llegara su adaptación, de la mano de Netflix. La reseña que hicimos hace cuatro años en El Templo concluía así: «sin duda la novela Mi primer beso no os dejará indiferentes». Pues bien, su adaptación no se queda atrás.
Pero, primero, ¡pongámonos en contexto!
Elle y Lee se conocen desde pequeños. Nacieron el mismo día del mismo año y son amigos casi desde entonces. Crecieron viviendo a escasos minutos de distancia y se pasan los días juntos, ya sea bailando en las máquinas recreativas, yendo al cine o compartiendo clases. Son inseparables y nada puede alterar eso. Ni siquiera Noah, el guapísimo y atlético hermano mayor de Lee y del que Elle lleva años prendada. Pero da lo mismo porque ¿cómo va Noah a interesarse por ella? No. Eso es del todo imposible. Solo la ve como a una hermana... ¿no?
¡Y es así como llegamos a la Feria de Primavera! Elle y Lee tienen que hacer alguna propuesta para recaudar fondos, pero no se les ocurre nada. Hasta que, de repente, tienen la idea definitiva: ¡una caseta de besos! A cinco dólares el beso, si consiguen que la gente más guapa del instituto participe, su caseta podría ser todo un éxito.
Dulce ironía, porque Elle jamás ha besado a nadie. No es algo que le quite el sueño pero, a sus diecisiete años, comienza a impacientarse. ¿Quién le iba a decir que Noah se pasaría por la caseta de besos? ¡Cuidado, Elle! Si algo hemos aprendido de este tipo de historias es que un beso puede cambiarlo todo.
En 2013, y con tan solo diecisiete años, Beth Reekles escribía esta novela en la plataforma Wattpad, que se convertiría al año siguiente en todo un superventas. Seguramente fue la truculenta trama y su rocambolesco retrato de la juventud lo que conquistó al público. La autora nos cuenta esta historia como si fuera el mayor de los cotilleos, y lo cierto es que no puedes parar de leer.
Amistad, celos, peleas, pasión… No todo estaba retratado de la mejor manera en aquel libro, la verdad. De hecho, ya en 2014, dijimos de esta historia: «si algo se puede reprochar al libro es haber caído en la típica historia romántica juvenil, con amoríos predecibles y escenas extremadamente empalagosas». Pues bien, su adaptación cinematográfica no se ha quedado atrás. Solo que, lejos de ocultarlo, se reafirma en su predecibilidad, transformando lo cutre en irreverente (en el mejor sentido de la palabra), y cambiando completamente el enfoque de la historia.
Los diálogos cliché, las situaciones arquetípicas y los personajes míticos de las historias de instituto norteamericano se reproducen a conciencia haciendo de esta película una burla en sí misma. No solo no ocultan lo que son, sino que lo reafirman, y puede que ese sea el mejor reclamo para verla.
Ahora bien, no podemos concluir esta reseña sin avisarte de que, en ciertas ocasiones, Mi primer beso será sumamente problemática. No es un buen reflejo de la juventud actual. Toda la historia está contada desde la voz de una joven adolescente que da tumbos en sus primeras andanzas amorosas, y el mensaje que se extrae en muchas ocasiones valida todo tipo de conflictos pasionales, celos y agresividad. Creemos, de hecho, que sería interesante ver esta película en las aulas para, posteriormente, generar un debate sobre actitudes y comportamientos que se normalizan y no son adecuados.
Y debemos ponerte sobre aviso de otra cosa: como ya habrás deducido, esto no es cine de culto. Lo que debes hacer es llamar a tus mejores amistades, preparar bebidas y palomitas y, sobre todo, tener el mando de la televisión cerca, porque en más de una ocasión tendréis que detener el visionado de los ataques de risa.
Con una trama predecible, un guion cliché y unos personajes completamente surrealistas, esta película puede convertirse en una de tus favoritas, o puedes aborrecerla a todos los niveles. Pero, sin duda, la adaptación de Mi primer beso no te dejará indiferente.