En 1962, Madeleine L’Engle publicó su libro más conocido: Una arruga en el tiempo. El atípico cuento de Meg Murry y los teseractos fue rechazado veintiséis veces. Suponemos que, por ser un libro diferente donde se unen conceptos religiosos con otros científicos como la física cuántica, solo ha tenido dos adaptaciones a pesar de su popularidad.
En 2018 llegó a los cines Un pliegue en el tiempo, una superproducción de Disney basada en este peculiar libro. Ava DuVernay fue la encargada de dirigirla, lo que la convirtió en la primera mujer racializada en dirigir una película con más de 100 millones de presupuesto.
La historia gira en torno a la familia Murry. El padre de Meg Murry desapareció el día que su hermano adoptivo Charles Wallace llegó a la familia. Cuatro años más tarde, la señora Qué aparece en el salón de su casa e informa a la familia Murry de la existencia del teseracto, la versión cuatridimensional del cubo, algo que afirmaba su padre y quenadie creyó. Al día siguiente, los hermanos Murry junto con Calvin, un compañero de clase de Meg, visitan a la señora Quién, una extraña mujer que solo habla en citas. Todo esto lleva a que esa noche aparezca la señora Cuál en escena, la líder de las señoras, informando al grupo de la llamada de auxilio que han recibido, que las ha llevado directamente a la casa de los Murry. Meg, Charles Wallace y Calvin, acompañados de la señora Qué, la señora Cuál y la señora Quién, parten en busca del señor Murry plegando el espacio y el tiempo.
Si hay algo bueno en Un pliegue en el tiempo, es que esta película es un ejemplo de diversidad y representación. Lamentablemente, en su afán de alcanzar ese objetivo se ha perdido por el camino gran parte de la fantasía de la obra original.
La novela y la película se asemejan, sí, pero los personajes han sido distorsionados y convertidos en simples marionetas que han perdido toda profundidad. Los ejemplos que más claman al cielo son el señor Murry y la señora Qué. En el libro, el señor Murry es un científico brillante, reconocido y respetado por su trabajo, que dirige un equipo de investigación sobre el espacio-tiempo, pero en la película nos lo presentan como un paria al que sus colegas científicos no toman en serio. L'Englé describía a la señora Qué como un ser de luz, adorable y divertida, que fue una vez una estrella y tuvo que sacrificarse para salvar a su galaxia del mal. Sin embargo, en la película nos muestran a una señora Qué que intenta ser divertida, pero pierde la paciencia con Meg muy rápidamente, y en la visita al planeta Uriel se transforma en una acelga voladora en lugar del centauro alado del libro.
El presupuesto millonario de la película se puede apreciar en los efectos especiales muy conseguidos, pero que desvían la atención del espectador a lo Houdini. Así, los agujeros en el guion y en el desarrollo de la trama intentan pasar desapercibidos. Es posible que el afán presente en esta película por visualizar el texto de L'Englé en vez de contarnos la historia sea una de las razones de los pobres resultados en taquilla. El elenco cargado de grandes nombres, como Reese Witherspoon, Oprah Winfrey o Chris Pine, también trata de despistar a los espectadores, pero rara vez se puede hacer magia a partir de diálogos pobres y faltos de significado. Sin embargo, los niños hacen un buen papel con lo que les toca. Especialmente Storm Reid consigue impregnar a su Meg Murry del carácter malhumorado y desconfiado de la protagonista del libro.
En resumen, al César lo que es del César: hay que darle a Un pliegue en el tiempo el reconocimiento que merece por haber hecho el esfuerzo de ser un referente en cuanto a representación y diversidad, todo un ejemplo a seguir. Si nunca has leído el libro original, quizá puedan gustarte los personajes, la trama o la acelga voladora. Si leíste Una arruga en el tiempo en algún momento de tu vida y, sobre todo, si la recuerdas con cariño, es muy probable que esta adaptación te dé un disgusto.