El sol también es una estrella es la segunda novela de Nicola Yoon y la última que ha publicado hasta la fecha. Con esta obra, la autora logró mantener el éxito de su primer libro, Todo, todo, traducido a una treintena de idiomas y adaptado al cine en 2017. Ahora, tres años después de su publicación original, se ha estrenado la adaptación de su segundo libro.
La trama sigue la vida de Natasha en su último día en Nueva York, justo antes de que su familia vaya a ser deportada a Jamaica, un lugar del que apenas tiene recuerdos. El destino —o quizá la casualidad— entrecruza sus últimas horas en Estados Unidos con las de Daniel, un chico coreano-americano que también se enfrenta a un día vital: la entrevista a la que se dirige le dará la oportunidad de estudiar Medicina y asegurar la estabilidad soñada para un hijo de inmigrantes, aunque él quiere ser poeta.
Así, Natasha y Daniel comparten un día donde él tratará de demostrarle a ella que el amor existe, mientras Natasha trata de retrasar a toda costa la orden de deportación.
La adaptación de El sol también es una estrella se enfrentaba a un gran reto, pues el libro presentaba una voz narrativa más aparte de la de Daniel y la de Natasha: la del universo. De esta forma, el entramado de la historia se sostenía a través de los ojos de este ente, que se fijaba en pequeños personajes secundarios, en pequeños gestos y acciones, para mostrar esa magia cotidiana que nos rodea y a la que a veces llamamos «destino».
La película, dirigida por Ry Russo-Young (quien ya dirigió la adaptación de Si no despierto), está protagonizada por Yara Shahidi (Natasha) y Charles Melton (Daniel), una elección de casting no del todo acertada, ya que Melton es diez años mayor que su coprotagonista, por lo que no resulta creíble como estudiante de instituto. Los diálogos de la película, cargados de intensidad y de las metáforas del libro, no son del todo naturales en boca de los actores, especialmente de Natasha, que no logra reflejar la angustia de su último día en el país.
Pese a ello, la adaptación se vale de recursos inteligentes para capturar la presencia del destino en la historia: a veces es una canción, otras es un cambio de plano o a veces un diálogo original del libro, que también se ha tratado de respetar en la medida de lo posible, así como algunos de sus parlamentos más famosos a través de una voz en off.
La temática racial, uno de los pilares de libro, se ha reflejado bien en la película: conocemos a la familia de Daniel, su historia y su negocio, que tanta importancia tiene en la novela, y también se percibe la urgencia y la injusticia de que la familia de Natasha se tenga que ir del país. El epílogo, tan emblemático en el original, ha sido alterado ligeramente en la película; preferimos quedarnos con la versión de la novela, aunque este resulta también emotivo.
En definitiva, El sol también es una estrella es una buena adaptación de la novela de Nicola Yoon, aunque quizá no una buena película. Su estructura no ha quedado del todo lograda y el lirismo de algunas escenas no resulta natural, en parte por su fidelidad a la historia original, y por una dirección convencional en vez de una más arriesgada e intimista.