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Sombra y hueso
Leigh Bardugo

Creada por Eric Heisserer
Del papel a la pantalla El Templo#81 (abril 2021)
Por Daniel Renedo
1.630 lecturas

El 23 de abril, Día Internacional del Libro, se estrenó en Netflix al completo la adaptación que todos los amantes de la literatura juvenil en general y del Grishaverso en particular estábamos esperando.

Los primeros ocho capítulos de la serie adaptan únicamente Sombra y hueso, el primer libro de la trilogía homónima. En dicha parte, vemos a Alina Starkov descubrir, tras un episodio dentro de La Sombra —una oscuridad inmensa que ha aislado el país—, el poder que se esconde en su interior, y por el que será llevada de inmediato a la corte real, donde deberá, como el resto de los Grisha, aprender a controlar sus poderes, aunque su responsabilidad no sea la de cualquier otro.

Por su parte, los protagonistas de la bilogía Seis de cuervos, cuya trama sucede dos años después de Sombra y hueso, aparecen en la serie con una aventura completamente nueva, escrita ex profeso para la pantalla, y que sirve casi de precuela de sus libros. A lo largo de la primera temporada, vemos a cinco de los seis integrantes de los Despojos —los cuales aún no se han reunido para formar el grupo que intente entrar y salir de la inexpugnable Corte de Hielo sin ser visto— divididos en dos grupos: por un lado, Kaz Brekker, Inej Ghafa y Jesper Fahey en el Club Cuervo en Ketterdam y, por otro, Nina Zenik y Mathias Helvar en la frontera con Fjerda.

Para enlazar ambas tramas, al grupo comandado por Kaz Brekker le será asignada la misión de secuestrar a Alina Starkov, cuando se descubra que es una Grisha capaz de invocar al sol.

Es bien sabido que, aunque la bilogía Seis de cuervos es también juvenil, es una aproximación más adulta al Grishaverso. En consecuencia, la diferencia, en ese respecto, entre las partes pertenecientes a una narrativa (la de Alina) y a la otra (la de los Cuervos) es notable: parte de la primera nos resulta vagamente familiar (por asociación), desde los flashbacks de la infancia de Alina y Mal hasta la música que acompaña las escenas de pasado y presente. Mientras que en la ciudad de Ketterdam, que entre otras ciudades reales se inspira en Las Vegas, vemos un ambiente muy distinto. De esta forma, la serie se abre a un público más amplio que si se hubiese limitado a adaptar solo Sombra y hueso.

El elenco cuenta tanto con caras desconocidas como con experimentados actores de franquicias juveniles anteriores, como es el caso de Ben Barnes, que de Príncipe Caspian en Las Crónicas de Narnia pasa a interpretar a el Oscuro —haciendo las delicias de muchas y muchos—, o de Zoë Wanamaker, que de Madame Hooch, instructora de vuelo en Harry Potter, pasa a ser otra mentora algo más peculiar: Baghra. No obstante, quienes roban el protagonismo por completo al resto son Amita Suman, Kit Young y Freddy Carter en sus papeles de Inej, Jesper y Kaz. Con especial mención también a Sujaya Dasgupta, capaz de reflejar la multidimensionalidad de Zoya Nazyalenski, la Grisha que empieza como antagonista de Alina y que termina convirtiéndose en co-protagonista de libros posteriores del Grishaverso. ¿Acabará cayendo el peso de la serie sobre los Cuervos (y otro personaje que aún no ha aparecido) cuando se cierre el arco de Alina, Mal y el Oscuro?

Algo que nos ha chocado desde el primer capítulo es la insistencia que se hace en la «otredad» de Alina, interpretada por Jessie Mei Li, debido a su ascendencia «shu», puesto que, en el mundo inventado del Grishaverso, si bien sí hay riñas y guerras entre las distintas naciones (y entre los Grisha y los ciudadanos corrientes), no hay una discriminación racial explícita que nazca de las diferencias físicas que existen entre unos y otros. De hecho, todas las críticas negativas que la serie ha recibido —en un momento especialmente sensible para la comunidad asiático-estadounidense— han sido por este motivo: se transporta el racismo de nuestro mundo a uno de ficción que tiene unas reglas completamente distintas.

Ahora bien, la adaptación, que cuenta con multitud de escenas espectaculares, engancha desde el primer capítulo y es, además, más fiel de lo que se puede pensar de primeras. Gracias a la intervención como productora ejecutiva de Leigh Bardugo, la autora, —que, además, hace un tiernísimo cameo en el tercer episodio— se trata de una adaptación concienzuda y coherente, en la que se ha invertido el tiempo necesario para que todo tenga sentido. Eso no quita que hayan tenido que crear nuevas subtramas para poder atar bien todos los cabos sueltos, e incluso jugar cartas (de forma distinta, eso sí) que se utilizan en libros posteriores del Grishaverso.

El enlazar las tramas sirve, además, para aligerar toda la parte del entrenamiento de Alina, que pronto resulta mucho menos interesante que lo que Inej, Jesper y Kaz se traen entre manos. Aunque también es cierto que, por «culpa» de esto, llegados al final, conocemos el pasado de cierto personaje de una forma un tanto rápida y abrupta y el clímax ha de suceder con la ayuda de bastantes elipsis y de una forma más condensada y simplificada. No obstante, la serie sabe no caer en el error de mostrar un cierre que sabemos que no va a ser verdad y opta por crear tensión y expectación de otra forma.

En conclusión, esta, como alguna de las adaptaciones juveniles a serie más recientes que hemos visto, sin duda nos devuelve la fe en ellas tras los batacazos que nos llevamos con algunas de las primeras.

¡Espera, espera! Nos olvidábamos de Milo, la cabra de Jesper, que se convierte en protagonista absoluto desde el segundo en que aparece, y estamos dispuestos a retar a un duelo con pistolas al que se atreva a decir lo contrario.