Caden Bosh es un chico corriente. Vive con sus padres y su hermana, va al instituto y es un alumno brillante; sin embargo, cada día se siente más solo, incomprendido y triste. Pero Caden Bosh también está enrolado en un barco pirata, con la misión de hallar un tesoro escondido en unas aguas abismales e inexploradas. 

Caden vive dos vidas, y es que está empezando a sufrir las consecuencias de una enfermedad mental.

El Caden del mundo real tiene problemas: ya no duerme, ya no vive tranquilo, ya no quiere relacionarse con nadie… mientras que el del barco tiene que lidiar con piratas descerebrados, con motines contra su capitán y con monstruos marinos. En este universo imaginado se dará cuenta de que es completamente libre, pero pronto descubrirá que ambos mundos están ligados. Y que sus actos acarrean serias consecuencias. 

Si hubiese que describir esta novela con una palabra sería original. Sin sinopsis y con el único sello de calidad de la prosa del consagrado Neal Shusterman, uno se adentra sin saber a qué atenerse en esta lectura de sentimientos profundos y narrativa brillante, que dan lugar a una historia conmovedora.

Basándose en la enfermedad que sufre su hijo, Neal Shusterman narra la historia desde la perspectiva de Caden, en primera y en segunda persona, atreviéndose a hablar de esta realidad que tan poca gente conoce, siempre desde un profundo respeto.

Unos protagonistas llenos de fuerza, viviendo día a día la evolución del protagonista sin saber con certeza a lo que se enfrentan; un estilo único, en el que la segunda persona otorga gran valor al continuo soliloquio interno de Caden, y un mensaje muy importante. ¿Qué más se puede pedir?

Ahora bien: no te esperes una trama apasionante. Este es un libro lleno de rarezas narrativas, puede que incluso te cueste empatizar con su protagonista, pero ahí reside la belleza de esta historia común, sobre cómo un chico se enfrenta al abismo de su propia mente y lucha cada día por sobrevivir.