«—Sonará como el alma —dice con los ojos brillantes de la emoción—. Como el alma del mundo. —Y, volviéndose a mirar al chelo, añade, ladeando la cabeza—: Seguro que sí».

Clea y Otto tienen muchas cosas en común. Los dos son ya mayores y viven en la misma residencia de ancianos ricos. Ambos dedicaron gran parte de su vida a la música: él fue un director de orquesta de prestigio y ella una gran violonchelista reconocida a nivel internacional.

Y los dos han solicitado a la misma cuidadora en la residencia: Ilona, una mujer húngara que vive encerrada en su pasado, fuertemente marcado por el terror soviético. Pero si hay algo que define a Ilona más allá de los años más grises de su vida, eso es sin duda la música. En Barcelona se convirtió en una gran lutier, y Clea y Otto, conscientes de ello, ven en ella la oportunidad afinar sus recuerdos.

La necesidad de ponerle palabras a lo que nunca se ha dicho es una constante en la obra de Alejandro Palomas. Que el silencio ahoga y no nos deja ser es algo que sabe perfectamente todo lector asiduo del autor catalán, y en El alma del mundo es la música la encargada de sacar todo lo que Ilona, Clea y Otto llevan callando años: «La voz de tres generaciones fundidas en una como las tres cuerdas de un instrumento viejo».

La construcción de los personajes de El alma del mundo es excelente. Los sentimientos que viven los tres protagonistas están matizados al detalle, y el autor los plasma en el papel con delicadeza, elegancia y muchísima belleza. Alejandro Palomas demuestra una vez más tener un estilo pulido y lírico, capaz de emocionar y de cincelar voces únicas.

Sin duda, estamos ante un libro muy intenso, y el autor, consciente de ello, ha planteado la estructura de la novela de forma muy acertada. Palomas alterna voces, tiempos y lugares con gran destreza, y la enorme carga emocional de la historia no impide que esta sea tan amena como cualquier otra novela realista. Si necesitas una razón más para darle una oportunidad, atento: El alma del mundo acaba de ser reeditada con una cubierta tan bonita como lo que encierran sus páginas.