Si Ana de las Tejas Verdes hubiera nacido en el siglo XXI, sin duda sería escritora de fanfics. Y toda escritora de fanfics necesita dos cosas: un pseudónimo y algo sobre lo que escribir. Así nace Lady Cordelia, el alter ego virtual con el que Anne Shirley escribe historias sobre El caballero del espejo, la serie de moda basada en los mitos artúricos.
Los intentos de Anne por arreglar el despropósito de los guionistas tienen miles de seguidores en el fandom. Su mejor amiga, Diana, es la única que sabe de su doble identidad, y por eso cuando conocen a Gilbert Blythe, otro conocido fanficker, instiga una guerra que los enfrentará por superarse en popularidad. Por si batir su récord de lecturas mientras protege su anonimato no fuera suficiente, el mayor desafío será combatir su confusión y lidiar con sus sentimientos, tanto por Gilbert como por Diana.
Con su decimoctava novela, Iria y Selene constatan que no hay género que se les resista, y también que dominan el terreno del retelling. Anne sin filtros se construye como un homenaje al arte de (re)contar historias, pero también como una carta de amor al fanfic, el arte de apropiarse de historias ajenas para construir algo nuevo. Son dos caras de una misma moneda, y esta novela se siente orgullosa de ser ambas cosas y tomarlas por bandera.
Las autoras toman personajes y tramas de las tres primeras novelas de Ana de las Tejas Verdes y las pasan por el filtro de la generación Z. El mundo creado por Lucy Maud Montgomery ofrece muchas posibilidades a la hora de explorar la identidad de sus personajes de una forma que cien años atrás no habría sido posible. Quien conozca la historia original reconocerá estos guiños, pero Iria y Selene se han ocupado de acoger con igual entusiasmo a los nuevos lectores. No hace falta venir del clásico para emocionarse con un buen #EnemiesToLovers narrado a través de la conexión (quizá demasiado subrayada) entre la historia de Anne y sus fanfics. Y aunque en ocasiones resulte predecible, es fácil perdonárselo cuando sacan la artillería pesada y el amor se hace con el protagonismo (¿somos nosotros o hace calor aquí?).
Una historia como Anne sin filtros es, si nos permites el atrevimiento, como una buena tarta de zanahoria. A primera vista podría parecer una mezcla extraña, pero nadie que la haya probado puede negar su encanto.