Tom vive en San Petersburgo, una ciudad ficticia inspirada en la cuidad natal del autor situada al sur de Estados Unidos, a orillas del río Mississippi, en compañía de su tía Polly y su hermanastro Sid.
Pasa parte del día agudizando su ingenio para conseguir los mejores trueques y poder escaquearse de sus quehaceres de la manera mas sutil posible. Sus líos de faldas con Becky y Amy también le tienen la mar de entretenido. Abatido por el desamor producto del rechazo de Becky, la nueva chica del pueblo, decide unirse al descabellado plan de su amigo Huckleberry Finn.
¿Qué es lo que se traen entre manos estos dos emblemáticos personajes de Twain? Han tenido la brillante idea de ir de noche al cementerio a probar el nuevo remedio antiverrugas de Finn. Lo último que podrían esperar ambos es que presenciarían una escena escalofriante: el asesinato del Dr. Robinson. Este es solo el principio de algunas de las hazañas de estos dos personajes a los que se les une Joe Harper, compañero de pupitre de Tom en la escuela.
Este clásico no es ni más ni menos que un retrato del día a día de cualquier chico sureño en pleno siglo XIX, en el que andar descalzo al principio de la primavera o conseguir el bicho más asqueroso en un trapicheo entre chavales podía convertirte en la envidia del lugar. Tal y como anota el autor al comienzo de la novela, estas aventuras están inspiradas tanto en su propias vivencias como en las de sus compañeros de escuela.
La novela se desarrolla a un ritmo vertiginoso. En apenas doscientas páginas de extensión, Tom vive mil aventuras y se ve envuelto en múltiples enredos: desde presenciar un asesinato a asistir a su propio funeral.
Aunque se trata, sin duda alguna, de una de las obras más famosas de Twain, no es la única en la que vemos a Tom como protagonista. Podremos leer más sobre él en: Las aventuras de Huckleberry Finn, Tom Sawyer en el extranjero o Tom Sawyer, detective. No es sorprendente que se haya convertido en un clásico de la literatura. Las ocurrencias del protagonista y su perspicacia logran arrancarte más de una sonrisa y alguna que otra carcajada independientemente del tiempo que haya pasado desde su publicación o de la edad que tenga el lector.