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La bahía del espejo
Catriona Ward

RUNAS
¿Solo para adultos? El Templo#99 (abril-mayo 2024)
Por Elena Romero
958 lecturas

La bahía del silbador, también conocida como la bahía del espejo, se encuentra en un tramo de la costa de Maine. Continuamente azotada por el viento, sus aguas son peligrosas por la violencia de las olas. Aunque en verano siempre llegan turistas para estar cerca del mar, pocas son las personas que viven por la zona.

Durante uno de esos veranos llega Wilder, un adolescente solitario. Sus padres quieren reformar la casa en la que vivía un familiar difunto y, quizá, ir allí cuando estén saturados de la vida en la ciudad. Durante el primer baño en la bahía del silbador, Wilder conoce a Nat y a Harper, dos chicos que se manejan bien en esas costas. El trío se volverá inseparable.

A medida que transcurre ese idílico verano, Wilder se tostará por el sol, atravesará el mar en barca con sus nuevos amigos, explorará cuevas escondidas, se enamorará… Y también, inevitablemente, se hará eco de los rumores. Una inquietante historia sobrevuela desde hace tiempo la bahía del silbador: la existencia del Hombre del Puñal, una figura que observa a los niños y jóvenes desde los acantilados. Y no solo eso: también se cuela en las casas de los vecinos de madrugada para observar dormir a los más pequeños; antes de marcharse, hace una foto para que la familia sepa que estuvo allí. En las imágenes, puede verse a los niños, en cuyo cuello reluce, peligrosamente cerca, el puñal.

La búsqueda de esta inquietante figura marcará la vida de Wilder, Nat y Harper para siempre.

Si te gusta el terror, Catriona Ward no necesita presentación. Su obra más famosa, La casa al final de Needless Street, conquistó hace unos años tanto a crítica como a público en todo el mundo. Con La bahía del espejo, Ward se consagra de nuevo como uno de los mayores referentes del género y como digna heredera de Shirley Jackson o Stephen King. En este caso, Ward cambia las casas llenas de secretos, las profundidades del bosque o un misterioso desierto por las costas rocosas de Maine.

Ward siempre ha sentido debilidad por explorar los miedos infantiles y juveniles. Si en sus historias anteriores ya vivimos situaciones terroríficas desde los ojos de los más pequeños, en esta acompañamos a Wilder desde su adolescencia hasta la adultez, especialmente en el doloroso salto de una etapa a la siguiente. La historia nos muestra el peso de los horrores vividos a una edad tan temprana y cómo eso nos marca de por vida. Dicen que al envejecer lo único que no cambia es la mirada, pero también podríamos añadir algo más: los miedos infantiles.

La bahía del espejo te atrapará por la forma tan original que tiene la autora de plantear la trama. Empezamos con la narración del verano que marcó la vida de Wilder, pero más adelante también se nos mostrarán otras épocas de su vida, en unos saltos temporales perfectamente calculados hacia delante y hacia atrás, hasta llegar a la edad adulta. Hay varios personajes que van y vienen de la narración principal y páginas misteriosas cuyo significado no entenderemos hasta las últimas frases del libro; todo ello envuelto en una atmósfera inquietante, opresiva y húmeda como la propia bahía del silbador.

Aunque la obra toca varios géneros como el thriller, el drama o el romance, el terror es lo que lo impregna todo, el lugar hacia el que nos dirigimos desde el principio. En algunas escenas, es absoluto: magia de sangre, extraños que te observan por las noches, cajas selladas en el fondo del mar, cuevas lejanas sin explorar, el brillo de un cuchillo en la oscuridad… Catriona Ward nos recuerda que el terror no es un susto, sino una atmósfera, unos malos presagios, un estado de ánimo, un puñado de respuestas que, en el fondo, nunca has querido saber.

De la misma forma que nuestro protagonista, tú también querrás volver a La bahía del espejo. A pesar de los horrores vividos allí, Wilder vuelve una y otra vez. Quizá por los pactos que hizo con sus amigos allí, junto al mar. Quizá porque echa de menos el silbido del viento entre las rocas. O quizá sigue buscando esa mirada que contempla toda la bahía desde lo alto de los acantilados.