Una camisa manchada y amarillenta, un uniforme prestado y una camiseta que se le ha quedado pequeña. Esas son las únicas prendas que posee Coriolanus para uno de los acontecimientos más importantes de su vida: la cosecha de los Décimos Juegos del Hambre.
Este año, los alumnos del Capitolio ejercerán de mentores y Coriolanus es uno de los elegidos. Aunque él vaya a seguir el evento desde la comodidad de los sillones de la Academia, en esta cosecha se juega lo mismo que los chicos que rezan por que su nombre no aparezca en las papeletas: su destino y el de su familia. Su buen hacer durante los Juegos podría granjearle una beca, y solo estudiar una carrera universitaria lo ayudaría a recuperar el honor que su apellido perdió durante la guerra.
Han pasado diez años desde que el Capitolio derrotó a los rebeldes, y Coriolanus se enfrenta a la imposibilidad de ser un Snow en un mundo de posguerra: su familia, tan influyente en tiempos mejores, ahora vive en una casa que no puede permitirse y cena sopa de col cada día. Las únicas armas de las que dispone el joven para sobrevivir en esta sociedad son su carisma, su ambición… y su tributo: una chica de voz dulce que esconde serpientes en su vestido.
Una de las mayores virtudes de Los Juegos del Hambre es su capacidad para sorprender al lector. Enfrentarse a la escritura de una precuela supone para Collins todo un reto: ¿cómo se puede sorprender a los lectores si ya conocen el final de la historia? La autora ha sorteado con creces este obstáculo y ha conseguido lo que esperábamos: que la historia tenga fuerza por sí misma y que aporte profundidad a las obras anteriores. Para lograrlo, se ha apoyado en unos Juegos llenos de acción que, a pesar de ser más rudimentarios, nos dejan escenas enormemente visuales y en un inteligente análisis de la mente de un tirano. O, quizá, la de un chico ambicioso contaminada por el Capitolio.
Aunque han pasado diez años desde la publicación de Sinsajo, regresar a Panem resulta cómodo y natural. Da la sensación de que el imaginario de la trilogía siempre ha estado con nosotros, en un lugar privilegiado de nuestro bagaje lector. Todo ello es señal de que estamos ante una historia que ha generado un gran impacto y que va camino de convertirse en un clásico de la literatura juvenil.