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Los bastardos reales (primera parte de la saga)
Andrew Shvarts

Hidra
Reseñas de novedades El Templo#64 (junio 2018)
Por Marta Álvarez
2.946 lecturas

Lo único que Tilla quería para sí era seguir escapándose de fiesta con su hermanastro Jax y vivir tranquila. Al menos, eso dice ella. En el fondo de su corazón, lo que realmente deseaba era que su padre, el poderoso lord Kent, la reconociera como su hija legítima. Pero está claro que eso no va a pasar jamás. Ya no.

Rara vez un bastardo se halla en el lugar apropiado, básicamente, porque nadie los quiere en ninguna parte. Pero esa noche… Esa noche, Tilla y sus acompañantes de verdad acaban en el peor sitio en el peor momento, y ven algo que jamás, jamás, deberían haber visto. Algo que, si no escapan y consiguen confesar a tiempo, podría desencadenar una guerra.

La voz narrativa de Tilla, simple y directa, nos mete de cabeza en una carrera a contrarreloj llena de peligros, traición y sangre, con una pizca de magia en los momentos cumbre. Y de esos hay unos cuantos… no en vano, estos bastardos no solo huyen para evitar una guerra, sino también, simple y llanamente, para salvar sus pellejos. Es su propio padre quien ha puesto precio a su cabeza y, sin embargo, Tilla no puede evitar preguntarse: ¿la ha traicionado o es ella quien lo ha traicionado a él? Al final, todos podemos revelar un rostro secreto cuando estamos entre la espada y la pared. ¿Cuál es el rostro oculto de Tilla? ¿Y los de sus cuatro compañeros de viaje?

Los protagonistas, aunque resultan algo planos a lo largo de la historia, tienen caracteres bien definidos y muestran momentos puntuales de insospechada profundidad: el pasado del siniestro y callado Zell, los recursos inesperados de Miles, los ramalazos de seriedad de Jax el burlón, la madurez de Lyriana, normalmente tan risueña… En comparación, la personalidad de Tilla parece difusa, una líder por descarte que cambia ligeramente en función de las demandas de la trama. Eso sí: lo que no cambia nunca es su postura frente a la barbarie y la injusticia. Gracias al punto de vista de Tilla, nos queda claro que, cuando se mezclan la violencia y la ambición, no hay bandos buenos: solo existe el horror de la guerra. Pero, ¿qué puedes hacer cuando te encuentras atrapada en mitad de ese horror?

—¿Hicimos lo correcto? —No hicimos lo incorrecto. Puede que ese sea todo nuestro consuelo.