El protagonista de esta historia es Joey, un caballo. Al poco de nacer es vendido al padre de Albert, un granjero borracho, quien lo compra sólo para fastidiar a un pujador rival. Sin embargo, su hijo no tarda en encariñarse con él y prestarle todos los cuidados que merece un caballo de montar, a pesar de que en un ambiente tan pobre, Joey está destinado a ser caballo de carga. El joven Albert logra convertirlo en un animal de primera a la vez que ejerce todas sus labores en la granja, pero su padre, necesitado de dinero, lo vende a escondidas al ejército. Acaba de estallar la Primera Guerra Mundial y los aliados necesitan miles de caballos para luchar. De nada sirven los ruegos de Albert, que despide a su caballo con la promesa de que algún día lo recuperará.
Desde este momento, la vida de Joey es una carrera intensa por sobrevivir. Primero con los ingleses, y más adelante con los alemanes, el caballo recorre buena parte de Francia con la carga de cadáveres y cañones a sus espaldas. Por el camino conoce a Thophorn, otro ejemplar tan valiente como él, y a Emilie, una niña que lo cuida igual que lo hacía su querido Albert. La guerra le descubre las luces y sombras de los humanos, al tiempo que busca desesperadamente una salida para los ruidos de los disparos.
Caballo de batalla es una novela tierna contada desde el punto de vista de un caballo, pero a diferencia de lo que ocurre en otras historias narradas por animales, la de Michael Morpurgo no cae en la típica humanización. Conocemos lo que ve Joey a través de sus palabras, pero su voz no engaña. Es un caballo de principio a fin, sin trucos, y por eso la trama resulta tan creíble. Caballo de batalla, que llegará a los cines en el próximo mes de diciembre, es un relato bonito con un final capaz de hacernos cocear hasta la última página. Relincharéis al terminar, palabra.