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Canción de navidad
Charles Dickens

Austral
#PostureoClásicos El Templo#67 (diciembre 2018)
Por Pablo G. Freire
5.331 lecturas

En plenas fiestas, rodeados de familia, amigos y solidaridad, una Canción de Navidad (o Cuento de Navidad, como ha sido traducido en muchas ocasiones) cuenta la historia del hombre más mezquino y ruin que podamos imaginar. Esa canción tiene la voz decimonónica de Charles Dickens, pero el protagonista de sus versos es el viejo cascarrabias Ebenezer Scrooge. ¿La familia? ¡Paparruchas! ¿Los amigos? ¡Paparruchas! ¿La solidaridad…? Creo que puedes imaginar cómo sigue. Su religión son las finanzas y su fortuna su única razón de ser. Nadie en Londres lo ha visto nunca sonreír; probablemente ni siquiera crea en la felicidad. Claro que tampoco cree en los fantasmas, y enseguida se va a dar cuenta de lo equivocado que estaba.

Su socio Jacob Marley está muerto, de eso Scrooge no tiene ninguna duda. Tan muerto como el clavo de una puerta. Por eso no da crédito a sus codiciosos ojos cuando su antiguo colega se presenta ante él en forma espectral, augurándole una eternidad de sufrimiento y penitencia como consecuencia de sus acciones. Su única posibilidad de salvación será recibir la visita de tres espíritus (¡vaya por Dios!) y observar aquello que tienen que mostrarle. No son otros que el fantasma de las Navidades pasadas, el de las Navidades presentes y el de las Navidades futuras, portadores de la verdad que el anciano no quiere escuchar, pero sin duda necesita para cambiar.

La del avaro Scrooge es una historia que todos conocemos, pero pocos han descubierto a través de la novela de Dickens, ya que forma parte de la cultura popular. Aunque es posible que sea tu caso, te recomendamos que abras esta puerta de nuevo con su llave original, y no solo para posturear (que nunca es un mal motivo). Es la prosa del autor la que hace especial a este viaje; muy rica pero también accesible. Este es, al fin y al cabo, un cuento; una fábula en la que un anciano recibe tres valiosas lecciones, y nosotros con él. De la mano de Dickens pasamos del rechazo a la compasión e incluso a la empatía, mientras presenciamos la transformación de un personaje que aprende a amar y nos recuerda la importancia de ello.

Tanto si es con la familia, con los amigos o al calor de la chimenea, desde El Templo te deseamos feliz lectura, y felices fiestas.