Corre el siglo XVI cuando Melusiana y la Nena abandonan su hogar en las montañas vascas. La anciana curandera, acusada de brujería, parte con su protegida a Valladolid en busca de un nuevo comienzo. Cuentan con su sabiduría, media onza de oro y la faltriquera de tierra que garantiza su buena suerte.
Pero en la ciudad todo el mundo quiere una pizca de esa virtud, así que un despiste las deja sin dinero y, lo que es peor, sin esperanzas de llegar al sur. Un pillastre al que llaman Albino roba sus ahorros para usarlos como moneda de cambio y huir todavía más lejos que ellas: a las Indias.
Tampoco el destino tiene piedad con el muchacho, que a su vez será estafado. Y no precisamente por Fapo, el famoso trilero, que se convierte en la pieza clave para unir a este grupo de desafortunados que comparten un origen común sin saberlo.
Detrás de este reparto tan variopinto se encuentra un complejo retrato de la España de aquella época, mezcla de esplendor y miseria, de superstición y progreso y, cómo no, de culturas y religiones. Albino fue repudiado de su familia africana por ser blanco, los unguentos de Melusiana se confunden con pócimas, a La Nena nunca la integraron por nacer fuera de matrimonio... y tendréis que esperar a que Fapo os cuente su propia historia al estilo de un cantar de gesta.
La novela se enriquece aún más con la peregrinación de los personajes, que recorren las principales ciudades de la época. Como se enfrentan a condiciones diferentes en cada parada, y la mayoría tan solo son niños, evolucionan casi por obligación. Las respuestas que dan a los problemas van mejorando con el tiempo y logran sorprender al lector con el nivel de picardía que alcanzan.
Las palabras de Marisol Ortiz de Zárate suenan a castellano antiguo y ¡pardiez!, ve con cuidado, porque se pega.