Roma, 1726. A Allegra, a quien su madre está desesperada por casar, su padre le dijo una vez que «cuando los prodigios regresaran al viejo mundo, lo harían a lomos de monstruos». Pues bien, en el viejo continente, cada vez es más habitual encontrar esas criaturas que hacía siglos que no se avistaban. Y, al mismo tiempo, una enfermedad ha comenzado a extenderse por las calles de esa ciudad que gobernó el mundo pero que ya no es lo que era.
Brandon Charlemont llegó a Roma hace solo unas semanas, pero gracias a su encanto ya se codea con parte de la flor y nata local y, como sobrino del vizconde Roden, solo espera seguir ascendiendo en la escala social.
James Morley también está de vuelta: trae noticias para los Hermanos de la Garduña, sociedad que desde hace siglos se dedica a buscar y conservar prodigios. Morley ha regresado de hecho a la compañía del Turco, aunque ya no está con ellos; ahora solo quedan Revna, Tashiin y Enea.
A la compañía también llega Ida, una joven irlandesa que, tras pasar tres años en las colonias británicas, va a Roma en busca de su prometido. Entre las posesiones de la compañía, Ida se topa con un «jackalope»: un conejo con astas de ciervo, capaz de hablar y cantar, al que decide bautizar con el nombre de Ambrose. Ese animalillo, que enseguida elige a la muchacha como compañera y guardiana, es la prueba viviente de que algo está cambiando.
Si no tenemos en cuenta el prólogo contextual que transcurre casi dos siglos antes, El canto de las ruinas da comienzo in medias res. En consecuencia, el lector entra de cabeza en la historia y los recuerdos, que se introducen a lo largo de la narración en tercera persona, sirven para aportarle consistencia al presente.
Mientras que los sucesos de La música de los prodigios se situaban en Virginia en 1735, los de El canto de las ruinas tienen lugar un año después en un continente completamente distinto, con un nuevo elenco de personajes inolvidables, por lo que es una oportunidad tan buena como cualquier otra para empezar a leer a Costa Alcalá.
Escrita en 2020, El canto de las ruinas es la novela pandémica que no sabíamos que necesitábamos: una fantasía histórica con criaturas prodigiosas, monstruos, un arriesgado heist y una plaga. Esto último sirve en especial a Geòrgia Costa y Fernando Alcalá para reflexionar sobre el miedo, el odio, la xenofobia… y el poder de la palabra cuando dichos sentimientos inundan al pueblo.
El tándem Costa Alcalá logra crear una novela adictiva, dinámica y profunda que, de forma muy astuta, utiliza los elementos que funcionan en el mercado editorial estadounidense. Así pues, no solo han dado con la manera adecuada de escribir una novela pandémica, sino que firman una de las mejores novelas publicadas en 2021; una obra que se sostiene por sí sola, firme, como una columna más en su brillante recorrido compartido.