La joven Emma, de dieciséis años, tiene que pasar los casi tres meses de vacaciones de verano con su padre, ya que su madre está de luna de miel y Emma no puede quedarse sola. Su padre vive en Valencia, con su actual mujer, la hija de tres años que tienen en común, Carlota, y Niko, el hijo mayor de ella.

Aunque los dos jóvenes no se soportan, este año cambiaran las cosas. Bien puede ser por la madurez o bien porque las chicas del pueblo están desapareciendo y luego son halladas muertas, faltándole alguna extremidad. Ninguna está a salvo, nadie sabe quién o quiénes están detrás de estos macabros asesinatos y lo peor de todo es que la próxima víctima será Emma.

Daniel, teniente de la Guardia Civil, investiga los hechos. Todos los habitantes del pueblo son sospechosos. Incluso Niko parece serlo. Cualquier paso en falso podría delatar al asesino. Con este panorama, ¿en quién se puede confiar?

Con esta novela que mezcla el amor y el terror, Anabel Botella ganó la segunda edición del Premio Ellas Juvenil Romántica. Si bien el principio se hace lento y cuesta engancharse a la historia debido a las constantes comparaciones que hace la autora con algunas películas y series, la acción, el misterio y la incertidumbre aparecerán tras el primer ataque que sufren los jóvenes. Pero no nos podemos olvidar de la historia de amor, la manera en la que surge y las complicaciones que conlleva. Será en esos momentos cuando conozcamos el significado del título del libro, que a más de uno le gustará. La narración es buena.

La autora sabe engañar al lector, ya que según deja las pistas crea incertidumbre y confusión. Si bien habrá partes de la historia que no se entenderán hasta el final, como los capítulos en los que se narra lo que hacen los asesinos, esto no impide disfrutar de la novela y averiguar qué es lo que sucede en este misterioso pueblo valenciano.