Manu y Adriana son vecinos, compañeros de clase y, sobre todo, amigos. Manu suele pasar las tardes en casa de Adriana. Allí descubre las costumbres de Ecuador, de donde es originaria la familia de su amiga.
Un buen día conocerá a Papi Ángel, su abuelo, un hombre que siente añoranza por su país, y acompañará a Adriana a descubrir el misterio que esconde el ático. Dos acontecimientos que harán que nada vuelva a ser como antes.
En apenas ciento treinta páginas, la autora nos muestra la visión infantil e inocente de dos niños a la hora de enfrentarse a ciertos problemas impropios de su edad. No importa que procedan de distintos países o que tengan distintas culturas: lo único importante es la amistad.
Aunque las personalidades de cada uno son claramente distintas —Manu quiere dejar de tener miedo y Adriana es valiente y decidida—, ambas se complementan. Son la combinación perfecta para una historia tierna y sin maldad.
Paloma Muiña ha sabido plasmar la cultura ecuatoriana introduciendo expresiones, costumbres y hasta la gastronomía propia del país. Todo un acierto que hace la historia más real y más cercana al lector.
Además, la lectura viene acompañada de las ilustraciones, en tonos fríos y otoñales, de Mercè López. Si a esto le añadimos la narración en primera persona desde el punto de vista de Manu, tenemos una historia perfecta para leer durante las tardes de otoño que están por venir.
Un cóndor en Madrid es una historia entrañable que Paloma Muiña ha sabido contar con delicadeza y ternura. La novela fue ganadora de la vigésima quinta edición del Premio Ala Delta, convocado por la editorial Edelvives. Un merecido premio para una historia que disfrutarán los más pequeños por las aventuras que viven sus protagonistas, pero que también deleitará a los mayores. Su lectura les hará recordar que, cuando eran niños, los problemas no eran problemas, sino simples obstáculos para llegar a la felicidad.