Brystal no es como las demás chicas. No quiere ser la perfecta esposa, sino tirarse a leer sus libros de aventuras. Pero si alguien la pillara, probablemente acabaría picando piedra el resto de su vida: en el Reino de Sur se prohíbe que las mujeres lean.
También se prohíbe la magia. Por eso, cuando Brystal consigue un trabajo como limpiadora en una biblioteca y lee un libro prohibido que provoca el repentino despertar de su magia, acaba en una fábrica de botas reconvertida en reformatorio para jóvenes brujas.
Todo parece haber acabado para ella: no volverá a leer un solo libro. Pero una buena mañana aparece Madame Weatherberry, un hada, que la selecciona para su nueva escuela de magia, que dirige bajo la protección del rey del Sur. Allí descubrirá la diferencia entre la magia negra que practican las brujas y la blanca que practican las hadas, conocerá nuevos amigos y tendrá una vida tranquila… ¿no?
No. En el Reino del Norte, una helada presencia acecha y la directora debe hacerle frente. Pero, si no es capaz de hacerlo, ¿podrá Brystal hacerse con las riendas de su magia y salvar el mundo que tanto la odia?
La novela comienza con buen ritmo, una trama interesante y una protagonista que, aunque arquetípica, es capaz de provocar simpatía. Sin embargo, el argumento pronto se torna algo simple y desluce los destellos de ingenio que Colfer deja entrever. La obvia moralina tampoco ayuda, verbalizada constantemente en unos diálogos que son, sin duda, el apartado que el autor debe seguir puliendo.
Sin embargo, ese ingenio reaparece en los momentos de acción y aventuras, mucho más divertidos y estimulantes. Y cuando los secundarios toman el foco, la novela vuela, pues sus simpáticas y peculiares personalidades tienen mucho más gancho que el anodino y esquemático carácter de la protagonista.
Un cuento de magia es una primera parte de saga muy entretenida, con un final cerrado pero que plantea un mundo donde podrían pasar muchas aventuras. ¿Qué le pedimos a su continuación? Que el autor haya comprendido que su oda a los marginados ya tiene el suficiente peso y su prosa la inteligencia como para no reiterar tanto sus ideas, necesarias y oportunas, no cabe duda, pero expuestas desde un lugar algo naíf para los lectores adolescentes.