“La abuela está enferma”, le dicen a Nina sus padres, y por eso, han hecho un largo viaje desde los Pirineos hasta el pueblecito andaluz en el que vive la abuela Amelia. Los padres de Nina quien meter a la abuela en una residencia, para cuidarla, para que esté cerca de ellos. Pero ni Nina ni Amelia quieren dejar la casa de blancas paredes y flores en el jardín, la casa con olor a jazmín y naranjos.
A lo largo de los días que los padres de Nina pasan en Andalucía convenciendo a su madre de que vaya con ellos, la abuela Amelia aprovecha para contarle a Nina un cuento cada noche: por qué las flores de los naranjos son blancas, por qué los naranjos tienen ese perfume tan intenso, la historia de una verde moneda misteriosa que pudo pertenecer a un pirata, el niño que se enamoró de una estrella o la leyenda del pozo misterioso. Nina no está segura de que esos cuentos sean ciertos, pero prefiere pensar que las flores de los naranjos son blancas porque se cayó leche en sus raíces que por las razones que lee en los libros del colegio. Y la abuela Amelia sonríe y se sigue inventando cuentos cada vez que Nina se lo pide.
Cada día que pasa con su abuela, Nina está más convencida de que su abuela está perfectamente. Con arrugas, con más canas y quizás con algún despiste, pero, desde luego, no tan enferma como sus padres aseguran. Nina intenta decírselo, pero ellos no le creen. Así que, cuando quedan pocos días para volver a los Pirineos, Nina abre su cuaderno y empieza a escribir todos los cuentos que su abuela le ha contado. Y se los mostrará a sus padres, para que los lean, para que juzguen si la memoria de la abuela se ha ido o todavía está ahí dentro de su cabeza, dentro de los cuentos.
Con una prosa muy cuidada, la escritora Ana Alcolea nos enseña el balancín donde cada tarde se sientan Amelia y Nina y nos deja leer, escuchar y disfrutar de todos los momentos que comparten abuela y nieta en la casa del pueblo. Además, el libro viene acompañado de las ilustraciones de Violeta Lópiz, que le pone imagen a las palabras de Ana Alcolea.
Puede que Amelia tenga algunos despistes, pero su mente sigue viva y su imaginación no descansa ni un solo momento. Eso quiere demostrarles Nina a sus padres, recopilando los cuentos que su abuela le narra. Aunque olvide algunos detalles, Amelia nos recuerda que, con la imaginación, podemos escapar de las explicaciones de los libros y darle la forma que nosotros queramos a las historias.