Desde hace veinte generaciones, la provincia del Valle ha estado protegida de la tiranía del emperador y la amenaza de las tribus salvajes por un poderoso encantamiento. Pero el ciclo se ha roto y la magia se está desvaneciendo.
Tilja se siente perdida. A diferencia de su abuela, su madre y su hermana pequeña, es incapaz de escuchar a los cedros del bosque. Aunque Woodbourne ha sido su hogar desde niña, esto significa que tarde o temprano deberá abandonarlo, un pensamiento que la desgarra. En mitad de este conflicto interno, de pronto, se ve involucrada en un largo y peligroso viaje al corazón del Imperio, en busca de Faheel, el único mago capaz de devolver el poder al Valle.
En un lugar donde la magia no controlada por el emperador es ilegal, Tilja y sus acompañantes deberán hallar el paradero del misterioso mago sin ser descubiertos por los Vigilantes, los temibles brujos imperiales. Y es que Faheel alberga algo que muchos desean: un anillo con poder sobre el tiempo.
La cuerda del tiempo nos transporta a un mundo construido al detalle, con personajes carismáticos, una rica cultura, parajes remotos y, por supuesto, magia. Su sistema mágico bebe de curiosos artefactos, rituales y espíritus, lo que contribuye a crear una atmósfera mística, que se contrapone con un asfixiante régimen político que busca controlarlo todo, incluso la muerte.
Esta novela brilla por su peculiar elenco de personajes: la historia se narra a través de los ojos de Tilja, una joven que, a diferencia de los demás, es incapaz de sentir la magia. Le acompañará su abuela Meena, tan sabia como cascarrabias; el anciano Alnor, cuyo espíritu sigue intacto a pesar de la vejez y la ceguera; y el nieto de este, Tahl, un joven avispado y charlatán. Sus interacciones aderezan una trama ya de por sí elaborada, que combina aventura, emoción y misterio.
Aunque la obra peca de tener un comienzo lento y estar repleta de descripciones y extensos diálogos que ralentizan la acción, a cambio demuestra que lo importante no es el final del viaje, sino el camino, en el que sus personajes crecen y se encuentran a sí mismos.
Tal y como Peter Dickinson escribió, el tiempo es una larga cuerda, y desde El Templo esperamos que, algún día, una de sus hebras permita que este libro llegue a tus manos.