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Desértica
Alba Quintas Garciandia

La Esfera Azul
Reseñas de novedades El Templo#91 (Diciembre 2022 - enero 2023)
Por Pablo G. Freire
940 lecturas

El día en que la tierra quedó yerma fue el mismo día en que la Reina Muerte volvió a enamorarse. El pueblo lo tiene claro; el Forastero, que sedujo a su monarca y se metió bajo sus faldas, es el responsable de que la lluvia se haya olvidado de caer. El general Torrijos y su mujer, Luisa Sáenz, la generala en la sombra, comienzan a gestar el golpe que acabará con su vida. Mariana, la hija de la Reina Muerte, es visitada por un cuervo negro que le arrebata las ganas de vivir. Federico, hijo del Forastero, cabalga siguiendo la estela de su padre. Los hermanos Félix afilan sus navajas.

Y mientras tanto, ciegas las gentes y mudas las campanas, un olor a cera quemada anuncia las ánimas que se levantan al caer el sol. La Santa Compaña ha regresado.

Si abres una novela de Alba Quintas y acercas el oído podrás sentir un suave ronroneo que empuja contra la superficie del papel. Son las palabras, que se resisten a quedarse en la página y pugnan por salir. Con un estilo impregnado de poesía y una fuerte vocación oral, casi podemos oír cómo nos hablan, pero en Desértica alzan la voz y cantan a coro. O se ahogan y susurran en bajito, temblando, pero con la voluntad de ser escuchadas. A veces gritan con la fuerza de la sangre y no nos dan otra opción que sostenerles la mirada y encendernos de su pasión. Y siempre, siempre, se abren paso a través de tierra, carne y fuego para llegar a lo más hondo.

Esas voces que oímos hablan con la voz de los maestros: de Lorca, Tirso de Molina, José Zorrilla, Claudio Rodríguez e incluso, como aquí el tiempo no conoce de fronteras, de Rosalía. También de otros que no recordamos por su pluma sino por su espada, como el general Torrijos. Algunos de ellos aparecen como personajes en esta historia. Otros le prestan a la autora sus versos, sus convidados de piedra, sus donjuanes y sus navajas de plata si hace falta. Pero todos impregnan a Desértica de un legado que se lleva en los huesos.

Se nos hace difícil resistirnos a tirar de cliché y colgarle la etiqueta de «carta de amor a nuestra literatura», pero es más que eso: es una historia que camina a hombros de gigantes, que juega a imaginar que es posible unir lo que uno nunca supuso que pudiera juntarse para formar algo así como un misterio. Y que baila.