Amani vive en Dustwalk, un pueblo muy alejado de la capital de Miraji. Nadie viviría en una zona tan inhóspita de no ser por las minas de las que se extrae el metal con el que se fabrican las mejores armas conocidas. Dustwalk es un mal lugar para vivir, especialmente si eres mujer. Por eso se disfraza de chico y se apunta a un concurso de tiro; con el premio, podría llegar a la capital y llevar la vida con la que siempre ha soñado. En su ingenuidad, Amani no podía imaginar que la prueba estaría amañada y tendría que volver a casa con el rabo entre las piernas.
Pero ella no se rinde. Quiere marcharse de Dustwalk a cualquier precio, y aprovechará la primera oportunidad que se presente, aunque la lleve por un camino muy distinto al que había imaginado.
El desierto en llamas comienza con un conflicto sencillo, pero poco a poco el objetivo se va alejando de Dustwalk para mostrarnos todo el reino y su situación política. Los habitantes de Miraji viven oprimidos por el sultán, y la rebelión, liderada por el Príncipe Rebelde, cada día cobra fuerza. También averiguaremos más sobre el desierto, sus distintas tribus, y las criaturas fantásticas que en él habitan.
Cada vez que Amani logra hacerse con las riendas de su destino, los intereses de otros personajes interfieren con los suyos, demostrando que el control que creemos tener sobre nuestras vidas no es más que una ilusión. Esto hace que la trama tenga varios giros interesantes (algunos más predecibles que otros) y que el argumento sea más emocionante con cada página que pasa.
Nuestra única crítica es al flechazo que Amani siente por el típico desconocido, atractivo y misterioso, que se convertirá en el otro protagonista de la serie, como era de esperar. A medida que avanza la novela, este personaje adquiere profundidad, y nos hubiera gustado que sus sentimientos hubieran ido apareciendo más despacio.
La ambientación de El desierto en llamas es original y fascinante. Si estás pensando que las escenas en desiertos siempre son aburridas, en este libro te vas a llevar una grata sorpresa. La ambientación es tan rica como la de los cuentos de Las mil y una noches, y la realidad y la fantasía están tan bien entretejidas que cuesta distinguir dónde empieza una y termina la otra.