A los siete años, Enero vio una Puerta. Sí, con P mayúscula. Sucedió en el verano de 1901, y la Puerta en cuestión era azul, tenía las bisagras oxidadas y, si la cruzases, llegarías a otro mundo.

Hay muchas Puertas como esa, hasta diez mil, según los escritos de Yule Ian Académico. Pero Enero aún no sabía nada de él, de la magia de las Puertas ni de la suya propia. Tan solo era una niña que vivía al amparo del señor Locke, para quien su padre recolectaba objetos fascinantes de todos los rincones de la Tierra. Ella soñaba con acompañarle en sus viajes algún día. En los círculos del señor Locke, todo el mundo la miraba con el ceño fruncido por su color de piel; preguntándose qué hacía vestida de alto copete, quién era su madre, dónde estaba su padre.

La respuesta a eso último resulta especialmente esquiva cuando el padre de Enero desaparece durante una expedición. El señor Locke le da por muerto, pero ella pretende encontrarle, aunque esté atrapado en el fin del mundo… o en otro distinto.

Las diez mil puertas de Enero combina las historias de Enero y Yule, dos protagonistas tan mágicos como humanos. Enero empieza siendo solo una niña que desea más aventuras de las que se le permite tener, mientras que Yule habita en otro mundo y explora la magia de las Puertas, ávido de conocimiento… y de algo más. Esa fantasía tarda en llegar a la subtrama de Enero, pero terminará empapándola y cosiendo un perfecto puente entre ambas narraciones. Al final, tanto Yule como Enero hablan de pérdida (de un amor, de una familia, de un hogar) y de la inquebrantable fuerza de la esperanza y la voluntad.

Aunque el misterio principal es el paradero del padre de Enero, esta es una novela llena de capas: cada Puerta revela un trocito de historia, un nuevo mundo o un giro inesperado. Sin duda, Alix E. Harrow sabe cómo mantener a sus lectores intrigados y fascinados al mismo tiempo. Abre esta Puerta; te aseguramos que te llevará a una aventura que no querrás perderte.