Te propongo un plan infalible: contrata al autor favorito de la chica que te gusta para que escriba en tu nombre las mejores cartas de amor.
Algo así hace Karl. Fiorella le ha pedido que se abra a ella y, como le cuesta tanto hacerlo en persona, le ha dado una lista con preguntas para conocerse. Desde por qué le gusta tanto el rugby hasta cómo define el amor, Karl debe plasmar su mundo interior con palabras. El problema es que es disléxico y odia escribir.
De este modo conoce al narrador de la historia: un solitario escritor de novelas juveniles que enseguida se apiada de él y se embarca en esta treta a pesar de todos sus reparos iniciales. Karl le recuerda a él mismo de joven; comparten una sensibilidad que, inevitablemente, le llevará a implicarse con el chico a nivel personal.
Las novelas de Aidan Chambers siempre parten de planteamientos impactantes y originales, que invitan a seguir leyendo y pensar «cómo no se me habrá ocurrido a mí antes». Y lo mejor es que, si la premisa pinta bien, el desarrollo incluso la supera. Esta misma novela comienza con las cartas, pero no se recrea en una idea genial, sino que pronto introduce un par de giros de guion. En cuanto te acomodas en la historia, las reglas cambian, y así permaneces inmerso en el universo fascinante de los protagonistas.
Otro de los rasgos distintivos de Chambers es el uso exquisito del lenguaje. Al principio puede resultar abrumador, porque no se corta a la hora de emplear un abanico rico de expresiones y formas literarias. No obstante, recrea con mucha naturalidad la manera de hablar de los adolescentes y demuestra un profundo respeto por su público. Como lector, es una gozada leer sus diálogos, que en esta obra predominan por las reflexivas y entretenidísimas conversaciones entre Karl y el escritor. Precisamente, nos parece un acierto que este último sea el narrador. No estamos acostumbrados a ver personajes ancianos en literatura juvenil, menos a escucharlos de primera mano, y resulta que tenemos más en común de lo que parece.
Esta es la señal para que te involucres en una literatura desafiante y retadora. Sé que te mueres por saber de lo que hablo.