Allí dónde hay poder, hay traición.

Tras el golpe de estado de Sethon, el hermano del emperador, todo el país está en guerra. Eón —por fin bajo su verdadera identidad femenina, Eona— se convertirá en la principal arma de los rebeldes leales a Kigo, el auténtico heredero al trono. No obstante, lograr que la resistencia se mantenga unida va a ser una tarea difícil: los traidores disfrazados de amigos y la imposibilidad de Eona para controlar su poder amenazarán con echarlo todo a perder.

Mientras las tropas del falso emperador se reagrupan y su relación con Kigo alcanza nuevos y complicados niveles, Eona tendrá que desentrañar los misterios de su propio pasado y encontrar la clave para salvar tanto al imperio como a los Dragones.

Con esta magistral secuela Alison Goodman pone punto y final a su bilogía alabada internacionalmente. Este volumen, más adulto y violento que su predecesor, nos plantea un imperio dividido y una guerra que está diezmando a la población. El argumento, certero de principio a fin, y la evolución que se observa en los personajes son los elementos más destacables de una obra a la que no le falta nada.

La narración, al igual que en el primer volumen, adolece de un exceso de descripciones. Este defecto se nota sobre todo al principio, cuando la autora divaga durante párrafos y párrafos sobre la unión espiritual de Eona con su dragón.

A pesar de esto, la sensación que queda en el lector tras finalizar la lectura es que Eona arrasa en donde Eón tan sólo sentó un precedente. La intensidad de las batallas y la fluidez de la historia son las piezas clave que hacen que el ritmo de lectura sea vertiginoso. La guinda del pastel, sin duda, corre a cargo del romance. Es un aspecto que se echaba de menos en la primera parte y que la autora ha sabido plasmar con pasión y originalidad.

Aunque su elaborada narración puede hacer que parezca menos juvenil de lo que es en realidad, la mezcla de acción y romance con un toque oriental convierten a Eona en una fantástica opción para los lectores de El Templo.