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Érase una vez un corazón roto (primera parte de la saga)
Stephanie Garber

Puck
Reseñas de novedades El Templo#88 (junio 2022)
Por Daniel Renedo
10.730 lecturas

Evangeline tiene el corazón roto. Sus padres están muertos y, recientemente, su hermanastra Marisol ha anunciado que va a casarse con Luc, el joven al que ella ama. La única explicación posible es que haya sido hechizado.

Ahora mismo, Evangeline es una de esas personas desesperadas sobre las que advierten las historias. Además, a diferencia de otros, ella cree en los Destinos inmortales, esos dieciséis seres celosos y posesivos de los que hablan las leyendas y con los que se aconseja no hacer tratos porque siempre se llevarán más de lo que se les pida. Evangeline no sabe qué puede hacer y, por eso, decide ir a una de las iglesias de Valenda y rezarle al Príncipe de Corazones.

Jacks, el Destino que encarna el desamor, se le aparece y le promete que evitará la boda a cambio de tres besos, que deberá darle a tres personas que él decida —que no le incluirán, puesto que eso la mataría— cuando él lo decida. Sellan el trato, pero Jacks detiene la boda de una forma que Evangeline no esperaba: convierte a todo el mundo en piedra. Y Evangeline se verá obligada a ocupar el lugar de todos ellos para poder revertirlo.

Tras seis semanas siendo una estatua, Veneno, otro Destino, despertará a Evangeline y le informará de que los Destinos, que estaban atrapados en una baraja de cartas, han regresado. También le explicará que, ahora que ella conoce su existencia, se sentirá atraída hacia ellos y que gravitará hacia Jacks hasta que cumpla el trato que ambos hicieron. Por si todo eso fuera poco, en Valenda, tras su «sacrificio», ahora es considerada una heroína.

En Érase una vez un corazón roto, Stephanie Garber regresa al mundo de la trilogía con la que revolucionó el panorama internacional: Caraval. Aunque dicha trilogía al fin esté disponible en castellano gracias a Puck, en absoluto se necesita conocerla para leer esta bilogía, cuya primera entrega cuenta con una estupenda traducción de Eva González Rosales, traductora también de la segunda y tercera parte de Caraval.

Es evidente que el mundo creado por Garber es un pastiche y en él tiene cabida literalmente cualquier cosa (desde dragones en miniatura hasta vampiros), pero con todo y con eso la ambientación logra cautivar al lector en distintos momentos y resultar hasta cierto punto original.

La dinámica que se establece entre los personajes principales en Érase una vez un corazón roto puede recordar a la de Jude y Cardan en El príncipe cruel con su sensualidad y con la deformada definición del amor de una de las partes. No obstante, la brújula moral de Evangeline puede hacer que, como protagonista, parezca bastante más mojigata y también hay ciertos roles de género y conductas que se excusan —si acaso— por la ambientación principal de cuento de hadas tradicional.

Esta primera novela es, a fin de cuentas, una historia sobre el desamor y la fe que se lee sola, en la que el querer ser amado se convierte en debilidad absoluta. Y, aunque los finales no son el punto fuerte de Garber, el de Érase una vez un corazón roto deja al lector con unas ganas inmensas de saber cómo se desarrollará el resto de la historia.