1994, Canadá. Para ayudar a su madre a pagar sus estudios y aunque la idea no le haga ni puñetera gracia, Élodie Larivière va a pasar el verano de sus diecisiete trabajando de monitora en un campamento. Pero no va a ser la única de su instituto que lo haga… Sus compañeros van a ser Bernier, un machito bocazas; Magalie, una borde de cuidado; Stéphane Massé, un friki egocéntrico, y Catherine, la también conocida como doña perfecta. Sin embargo, lo que Élodie no espera es que el director del campamento sea un maldito chalado, ni que el grupo del que le toque hacerse cargo sea una panda de pequeñas fieras pelirrojas que no callan ni debajo del agua.
De querer referirse a El espíritu del bosque como una novela gráfica juvenil, hay que incluir ciertos matices. En su uso del lenguaje y lo «gráfico» de alguna que otra escena, la obra es más cercana a la verdadera juventud —incómoda y llena de improperios— y resulta, por ello, más adulta y a la vez natural de lo que muchas veces lo es la ficción dirigida a jóvenes. Hay que tener además en cuenta que la novela ocurre en una época distinta a la actual, pero eso no le impide llegar por igual a los jóvenes de los noventa —en especial a los grunge— como a los de esta, que no necesitan saber mucho de dicha época para leerla.
Una parte importante de la narración se sucede siguiendo la forma de un diario íntimo y, sin embargo, no es en ella donde se concentra la mayor cantidad de texto, sino en los desternillantes diálogos. Estos, junto con el dibujo, detallado y exquisito, y el color, que corre a cargo de Cab, son sus grandes puntos fuertes. Axelle Lenoir saca partido también a no cerrarse a una única trama —centrada en el misterio de la luz azul que procede del bosque— y presentar una serie amplia de relaciones y dinámicas que florecen a medida que el verano avanza, prestando especial atención, eso sí, a una de muy buenas «amigas».
Se necesita de una gran maestría para conseguir lo que Lenoir consigue: hacer un lugar seguro de uno en el que no sabes del todo bien qué esta pasando, y convertir en entrañables y humanos a unos personajes tan llevados a lo extremo. Por ello, El espíritu del bosque está llamada a convertirse en una joya atemporal.