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El explorador del Amazonas
Katherine Rundell

Salamandra
Reseñas de novedades El Templo#77 (agosto 2020)
Por Gabriela Portillo
2.383 lecturas

Existen tesoros autóctonos de la selva del Amazonas que no deberían desaparecer de allí jamás: las plantas carnívoras, los perezosos, las anacondas verdes y los intrépidos exploradores de las novelas de aventuras.

Cuando creemos que este género peligra y su extinción está próxima, aparece un nuevo libro que recupera la esencia de las historias clásicas; aquellas pioneras en considerar al lector joven como un igual. En la promesa de hazañas épicas y territorios por explorar se esconde una oferta difícil de rechazar para este público apasionado: El explorador del Amazonas venera y continúa esa simbiosis.

Nuestro protagonista, Fred, es uno de esos chicos que sueñan con correr aventuras junto a los famosos expedicionarios de sus libros. Lila recorrería la selva con ojos inquisitivos de científica, una vez Max creciese lo suficiente para valerse por sí mismo. Contia, en cambio, está tan cansada de la vida que no puede ver más allá del horrible devenir que le espera cuando aterrice en Inglaterra.

Lo que eran cábalas y sueños compartidos con la ventanilla se hacen realidad de la peor forma posible al estrellarse la avioneta en la que viajan a kilómetros de Manaos. Los cuatro niños se enfrentarán entonces a las pruebas de supervivencia más extremas, desde la amenaza de las criaturas salvajes o las inclemencias climáticas a la convivencia entre desconocidos… y el encuentro con uno mismo.

Porque si hay algo que pervive en la literatura más allá de cualquier etiqueta son los conflictos y vivencias internas de los personajes. Reflejar las inquietudes personales de un elenco inmerso en la acción requiere la maestría experta de Katherine Rundell, que una vez más nos hace reconocernos dentro de los escenarios más insospechados.

La autora de Sophie en los cielos de París nos encandiló con una prosa delicada y descripciones de ensueño. Parece decidida a tomar el relevo de sus predecesores, con esa cadencia tan característica de los narradores británicos y un retrato de la infancia que oscila entre Peter Pan y El señor de las moscas. Sus historias se parecen a las de antaño, así que no destacan por los argumentos, sino por el buen gusto para escribir lo importante.

¿Acaso crees casual que publique ahora una novela sobre el amor por la naturaleza? Es otra de esas cosas que no deberían desaparecer nunca.