Hasta ahora, Nicola se lo ha creído todo. Que a su madre no le gusta salir de casa. Que es muy torpe, y continuamente se tropieza o se choca con la puerta del armario y termina con un ojo morado. Que su padre es perfecto y se desvive por el bienestar de la familia. A lo largo de su infancia, Nicola ha oído a su madre decir «somos una familia feliz» en muchas ocasiones, y en todas se lo ha creído.
Mara, su hermana mayor, ya tiene catorce años, y su padre está sintiendo la necesidad de protegerla del mismo modo que a su mujer. Puede que sea eso lo que hace que Nicola empiece a abrir los ojos, o quizá sea porque Mara se da cuenta de todo y ella no se corta a la hora de decir la verdad. Pero al final la responsable de que los acontecimientos se precipiten es Sarlota, una sintecho húngara a quien la madre de Nicola acoge siguiendo un impulso.
Gran Angular incorpora a su colección esta historia de maltrato que tiene una peculiaridad: no la protagoniza una pareja adolescente, sino unos padres. De hecho, podría estar contada desde el punto de vista de Mara, y sin embargo la vemos con los ojos de un chico de once años que, al dejar atrás la infancia, tiene que enfrentarse a la cruda realidad de su familia.
Entrelazados con sus capítulos encontraremos las entradas del antiguo diario de Sarlota, que narra su experiencia como niña judía en Budapest durante la Segunda Guerra Mundial. Resulta interesante la profundidad que adquiere este personaje, pero se echa de menos que su trama tenga algo más de relación con la de los protagonistas. La receta maltrato más Holocausto parece un esfuerzo excesivo por parte del autor de entrar en las lecturas obligatorias de los colegios; sin duda lo ha conseguido, pero le habría bastado con la historia de Nicola y su forma sobresaliente de reflejar la psicología de los personajes.
Después de crecer pensando que vives en la familia más feliz de todas, ¿cómo se asimila que la realidad es la contraria?