Si nombramos a Joan Manuel Gisbert estaremos nombrando a uno de los mayores escritores de literatura fantástica juvenil de nuestro país. Y es que adjetivos como fantasía, inexplicable, misterioso o sobrecogedor suelen aparecer cuando hablamos de la obra de este autor. Uno de sus rasgos característicos es el continuo juego entre realidad y ficción, juego que vuelve a poner en marcha en La feria de la noche eterna, de la editorial Edelvives.

En esta novela, un joven llamado Emilio tiene que irse a vivir unos días a casa de su tío Hugo, que reside en un pequeño pueblo cerca del mar. Lo cierto es que a él no le apetece lo más mínimo, pues su tío Hugo siempre le ha parecido un hombre lejano y extraño, con quien apenas tiene relación. Sin embargo, esos días con él en su casa cambiarán su manera de verle y la relación que existe entre ellos.

Cerca del pueblo está instalada una feria, con casetas, ruido, música y atracciones que esconden misterios e intrigas en su interior. Emilio acudirá varias veces a la feria y con cada visita vuelve a casa con la sensación de que algo más se esconde tras ese lugar, un misterio mucho más complicado de lo que podía haber imaginado. Y eso que la imaginación de Emilio es amplia, ya que Gisbert ha hecho que el protagonista sea un voraz lector de los grandes clásicos de ciencia ficción, como Bradbury, Asimov, LeGuin o Clarke.

La aparición de algunos personajes relacionados con el mundo feriante, como Georgia, hará que la trama de la novela vaya poco a poco desvelándose, que el mundo real y el fantástico se mezclen, que las atracciones tengan el nombre de títulos de relatos de los libros, que su tío Hugo no sea lo que parece y que Emilio juegue un papel mucho más importante de lo que él se espera.

A pesar de ser una de las novelas más sencillas de Gisbert, su particular estilo gustará a los lectores que siguen su obra y enganchará a los que todavía no hayan disfrutado con alguna de sus novelas. La fantasía y la imaginación se combinan, enredan y trenzan en la trama fusionándose con la realidad, haciendo que la historia vaya atando cabos pero deje un final algo abierto, para permitir también al lector que ejercite su imaginación.