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El final del verano
Tillie Walden

La Cúpula
La Comicteca de El Templo El Templo#89 (agosto 2022)
Por Daniel Renedo
744 lecturas

«Voy a morir antes de que termine el invierno. Es mi corazón».

Lars está enfermo. Nemo, su gato gigante, le hace compañía y lo lleva a lomos allá donde se lo pide. Fuera del lugar en el que tanto él como muchas otras personas se encuentran (y del que sus padres son los gobernantes), se extiende un invierno que calculan que durará tres años.

Nadie ha de salir.

Cuando puedan volver a hacerlo, Lars y su melliza, Maja, tendrán catorce años. Pero, en el presente, el miedo a enloquecer se palpa en el ambiente. Y hay quien, con el paso del tiempo, dentro de ese «hogar», con ese frío, sucumbe a él…

Tras publicar Piruetas, En un rayo de sol y ¿Me estás escuchando?, La Cúpula ha decidido traer también la obra debut de la dibujante e ilustradora ganadora de un Eisner, Tillie Walden: El final del verano. Y lo hace en una edición que quita el hipo, con unos materiales dignos de la obra de arte que contienen.

En ella, además de la no muy extensa primera obra de la autora, se incluye: una pequeña introducción de James Sturn, profesor del Center for Cartoon Studies (un Máster de Bellas Artes en el que Walden entró menos de un año después de acabar el instituto); la historia «Lars y Nemo», que es una precuela, y, por último, unas cuantas páginas de making of, muy útiles para esclarecer ciertos aspectos de la obra tras la primera lectura, aunque esta se presta a más de una.

La novela gráfica como tal se divide en tres partes (o actos), y cada una de ellas es casi más ambigua que la anterior. Sí hay, no obstante, tres elementos tangibles sobre los que se sustenta toda la creación: la arquitectura —algo habitual y característico de Walden—, los mellizos —la novela está dedicada al suyo— y los gatos, a pesar de que solo haya uno muy muy grande.

El final del verano es una novela inclasificable sobre la enfermedad, el dolor, el frío… y sobre sucumbir al sopor y a la locura. En ella, Walden no busca establecer bases, ni contestar respuestas demasiado concretas, sino transmitir lo que sucede cuando acaba el verano, pudiendo ser este muchas cosas distintas. Y lo hace con un dibujo ya asentado, que no necesita de color, y unos fondos que son igual de transcendentales que los pensamientos cortos y directos de ese protagonista cuya mente, nublada y fatigada, cuenta la historia.

En definitiva, la novela debut de Tillie Walden es una obra de una nostalgia tremenda, donde incluso las estatuas de los fondos la exudan.