«Nadie en su sano juicio elegiría conocer una historia como esta. Nadie quiere saber acerca de un joven algo triste, algo melancólico […]. No con todas esas historias llenas de fantasía, amor y esperanza. El mundo se alimenta de su propia esperanza, aunque sea inventada y le sobran aquellos que no la tienen».
20 de abril de 1999, Colorado. John atraviesa los pasillos del instituto de Columbine. Va solo. En el centro reina un silencio impuesto por el miedo y por la violencia. Todos los que han podido han huido. Él no: él va directo al lugar donde están las armas, donde están Chad y Landis, como si a él sus balas no pudieran herirlo.
Lo nuevo de Alba Quintas tiene todo lo necesario para convertirse en una de las mejores novelas juveniles del año. Estamos ante un libro crudo, que ahonda de manera brillante en una de las peores lacras a la que se enfrenta el mundo contemporáneo: el control de armas de fuego en Estados Unidos.
El mérito de La flor de fuego reside en la manera en la que Alba Quintas ha conseguido encontrar lo humano y los sentimientos en un escenario que está totalmente alejado de cualquier rastro de humanidad. La flor de fuego es un retrato honesto y cercano de la amistad y de sus infinitas facetas. Este retrato lo conforma un elenco de protagonistas muy bien perfilado: la autora es capaz de transmitir la esencia y la voz de sus personajes a través de pocas palabras, y, en el caso de esta novela, también a través de un inteligente juego de narradores que provoca una lectura aún más impactante. A ello contribuye de igual forma la ambientación, que evidencia el riguroso trabajo de documentación que hay detrás del libro.
Por todo ello, La flor de fuego nos hace sentir la realidad de Columbine de una forma muy distinta a la habitual en las películas, series, libros y documentales que han tratado el tiroteo. Alba Quintas aúna con enorme destreza realidad y ficción para transmitir un mensaje pacifista y demostrar que «los actos de bondad siempre son revolucionarios».