Como lo oyes: un chico se ha colado en el baño de las chicas. El chico es el nuevo, se llama Jeff Fishkin y su único amigo es Bradley, el repetidor. No tiene la culpa: cuando llegó ya estaban ocupados todos los sitios buenos, solo quedaba el que nadie quiere. El de al lado de Bradley.
El mundo odia a Bradley, y Bradley odia al mundo, pero Jeff no lo sabía. Al ver que hasta la profesora lo ridiculizaba en clase, decidió ser su amigo. Al principio fue difícil, porque Bradley no sabía qué era la amistad, pero ahora no se separan. Además, dicen que la nueva orientadora lo animó en su decisión.
¿No lo sabías? Han contratado a una psicóloga, Carla Davis. Parece despertar opiniones encontradas: a Jeff lo ha ayudado un montón a integrarse, pero un grupo de padres la quiere echar del colegio y Bradley... Bradley dice que la odia. Pero en realidad la adora.
Bradley, Jeff y Carla son los protagonistas de esta novela, pero podrían llamarse Bruno, Juan y Claudia, por ejemplo. En lugar de un colegio estadounidense, la novela podría ambientarse en un instituto español y seguiría teniendo sentido. Porque refleja situaciones cotidianas para cualquier estudiante de una manera muy realista, con un estilo simple y un lenguaje infantil muy efectivo a la hora de retratarlas.
Desde la parte más dura, como los problemas de adaptación o el bullying, hasta la recompensa gratificante de la amistad o de la educación, tanto académica como emocional, el autor trata con acierto los entresijos de la vida escolar.
Si bien es cierto que nos parece un libro idóneo para leer en clase (siempre por voluntad propia, como nos enseña Miss Davis), no significa que quienes hayan dejado los pupitres atrás no lo vayan a disfrutar. Al contrario: la inocencia de los personajes nos resulta tierna, los guiños humorísticos se aprecian mejor, al igual que las enseñanzas y, sobre todo, ¿a quién no le encanta rememorar su etapa escolar con cierta nostalgia?
Hay un chico en el baño de las chicas y si no me crees... ¡lee el libro!