Hay libros con historias que podrían haber sucedido en la vida real y otros que reflejan una realidad que parece mentira que haya ocurrido.
Hay historias que se cuentan para entretener y otras para rendir homenaje a las personas que más queremos.
En Los héroes son mentira, Rosa Huertas -autora y protagonista de la obra- cuenta la historia de su padre, teniente del ejército español, que fue destinado a Ifni en 1957 para luchar en una guerra que parece olvidada.
Olvidada para todos, menos para él.
La historia comienza cuando el padre de Rosa se encuentra ingresado en el hospital una noche y de repente, sin venir a cuento, dice que «fue un error tremendo» mandar a los paracaidistas a esa zona porque «todos murieron como moscas». A partir de ahí, Rosa empieza a investigar más sobre la guerra de Ifni y sobre ese acontecimiento mientras su padre le cuenta las situaciones que vivió y que lleva cincuenta años ocultando por el sentimiento de culpa que le envuelve.
En esa historia también encontramos a los personajes que le acompañaban: su asistente apodado Pelargón, sus sargentos llamados el Napias, el Pichabrava, el Siniestro... Todos ellos llegaron a un lugar en el que tuvieron que vivir en condiciones infrahumanas donde la comida y el agua escaseaban.
La novela tiene dos voces narrativas: la de Rosa, en presente y primera persona, y la de su padre, en pasado y primera también. Con una narración exquisita, la autora cuenta una historia viva, real y con algún que otro toque ficticio; como señaló en la presentación del libro, «esta es una novela, no una crónica». La obra sirve para recordarnos, como dice el militar en la novela, que «todas las guerras son malas», todas.
Es curioso que en ningún momento se mencione el nombre del señor Huertas. A pesar de este detalle, se le coge un inmenso cariño a este teniente atormentado. El rostro de un personaje sin nombre, que tuvo una vida que jamás será olvidada por aquellos que le conocieron.