Érase una vez una niña insolente y malcriada llamada Mary Lennox. Aunque era de Inglaterra, vivía en la India con unos padres que no le hacían ni caso. El calor y la humedad de las colonias no impedía que gritase a todo el que no la obedeciese al instante, como un verdadero rajá. Hasta que, un día, el cólera azotó su hogar y ella se convirtió en la única superviviente.
La señorita Mary fue trasladada entonces a Inglaterra, con su tío, el señor Craven. El hombre poseía una mansión en Yorkshire, en mitad de los vastos e inhóspitos páramos, y vivía recluido en su habitación, afligido por una tragedia ocurrida diez años atrás.
Al principio, la mansión de Misselthwaite parece salida de una pesadilla, pero Mary pronto descubre que está llena de entretenimientos. Para empezar, aprender a vestirse sola, atarse los cordones, desayunar fuera de la cama… pues los trabajadores de Misselthwaite no piensan consentir a este diablillo. Después, recorrer las numerosas habitaciones de la mansión, que esconden historias exóticas de huéspedes pasados. Y finalmente, explorar los jardines de la casa, donde un ruiseñor le enseñará el camino hacia un jardín sin puerta ni llave, un jardín que espera a que lo devuelvan a la vida.
Si ya conoces esta historia, sabrás que estamos hablando de un clásico de la literatura juvenil inglesa, escrito por la autora Frances Hodgson Burnett. Esta novela de 1911 es un canto a la amistad y la naturaleza, y la artista francesa Maud Begon captura esa misma esencia en este cómic.
El estilo de Begon es ideal para esta adaptación: con colores vivos y llamativos, las flores se escapan de las viñetas, las fantasías cobran vida y el aire de los páramos devuelve la alegría a la señorita Mary ante nuestros ojos. Dividida en capítulos, la novela gráfica nos lleva de viaje para conocer a amigos que curan el alma, como Dickon, el chico que habla con los animales, o Colin, que no conoce el mundo más allá de su habitación hasta que Mary le saca a rastras de ella.
En esta historia hay cabida para las aventuras, los juegos, el aprendizaje y el crecimiento, todo ello hilado de manera que esta humilde historia se hace un hueco en el corazón de sus lectores, desde las Marys hasta los Colins, incluyendo, por supuesto, a los dulces Dickons. Esta edición tan especial, de 200 páginas y grandes dimensiones, gustará tanto a niños, que beberán de sus preciosas ilustraciones, como a los adolescentes y adultos que se adentraron en El jardín secreto y quedaron para siempre conmovidos por esa energía sanadora que desprende, que nos hace creer que la Magia está ahí fuera, en la compañía.