Gen es un ladrón que presume de ser capaz de robar cualquier cosa. También es un bocazas, y por eso ha acabado con sus huesos en la cárcel de Sounis, por fanfarronear abiertamente sobre sus cuestionables talentos en las tabernas de la ciudad. Cuando el magus de Sounis le propone un trato para robar algo que nadie ha podido conseguir hasta ahora a cambio de su libertad, no duda mucho en aceptarlo.

Acompañados por Sofos y Ambiades, los aprendices del magus, y Pol, un soldado, Gen y el magus inician de inmediato un viaje de incógnito por territorio enemigo en busca de un objeto legendario.

Gen es astuto, pero también arrogante y engreído y, como buen ladrón, es un narrador muy poco fiable. Esto hace que El ladrón sea un libro extraño de leer. No tanto por el hecho de que sea fantasía épica sin apenas magia, sino porque resulta lento y a veces incluso aburrido vivir en la cabeza de Gen. Sin embargo, la construcción del mundo y la mitología que lo envuelve —todo ello inspirado en los paisajes del Mediterráneo y en la antigua Grecia— fascinan, consiguen mantenerte en vilo y hasta llegan a sorprender.

Gran parte de la historia se centra en las relaciones entre los integrantes del grupo: sus conversaciones, sus rencillas y la evolución que van experimentando a medida que se acercan a su destino. Quizá por eso al principio es difícil empatizar con nadie, pero todo mejora con el paso de las páginas.

El ladrón se publicó por primera vez en inglés en 1996. Si bien es una historia autoconclusiva, también es el primer libro de una saga que Megan Whalen Turner ha tardado más de veinte años en concluir (en 2020 con Return of the Thief) y que ha servido de inspiración a muchas autoras de literatura juvenil.

Puede que mientras leas El ladrón, no te caiga nadie bien, y menos el ladrón, pero te prometemos que todo tendrá sentido al final.