La liebre mecánica, Ledicia Costas
Cuando la bola aterriza en la casilla negra de la ruleta, la dopamina se dispara y el dinero se multiplica como los panes y los peces. Luego llegan los slots, los casinos online y las carreras de galgos. Quien no arriesga, no gana. Y arriesgar es tan fácil cuando tienes la victoria al alcance de la mano…
Cuervo empieza a apostar con una misión: financiar una moto nueva para su amigo Kike, que acaba de perder la suya en un accidente. Lo que no sabe es que la meta que persigue, como la liebre tras la que corren los galgos de carreras, es un señuelo falso, inalcanzable, que lo aleja cada vez más de su novia, Nana, y lo lleva directo a la boca del lobo.
En tiempos de crisis e incertidumbre, la adicción al juego es un problema creciente que se ceba especialmente con los más vulnerables. Las casas de apuestas crecen como hongos por los barrios más desfavorecidos e infectan las proximidades de los institutos. Ledicia Costas aborda frontalmente esta problemática en su última novela juvenil, y quizá por eso, por su pertinencia, por su dolorosa lucidez, por su presente, ha sido premiada con su tercer Premio Lazarillo de Creación Literaria.
El drama social impregna una novela en la que cabe la adicción, la precariedad, la negligencia de los que miran a otro lado y la corrupción de quienes se aprovechan de ello. Pero también hay lugar para imágenes más poéticas, menos obvias, más humanas. La narración, siempre en primera persona, escala en intensidad y peligro mientras salta entre Cuervo y Nana en un acertado juego de puntos de vista que nos acerca a un mismo dolor desde todos sus frentes. Y aunque él parezca el protagonista indiscutible de la novela es en ella, en Nana, donde desciframos todas sus claves. Y hasta ahí podemos leer.
La liebre mecánica es un relato cautelar sobre la ludopatía que, si bien puede resultar demasiado prescriptivo en su exploración de la adicción, nunca deja de lado la acertada intuición y el saber hacer que es sello de las novelas de Ledicia Costas.